UN SACRIFICIO DE FE – El peregrinaje en bicicleta desde la ciudad de Belén de Escobar, hasta Itatí -Corrientes-, comenzó el 27 de diciembre del año pasado. ¿El protagonista? Adolfo Vázquez, de 65 años de edad y oriundo de nuestro distrito. En un relato cargado de fe y sacrificio, el trabajador devoto de la Virgen de Itatí, narró la travesía que emprendió en busca de trabajo, salud y paz, tras enfrentar una reducción de jornada laboral, despidos y la pérdida de beneficios. Un viaje que no solo fue físico, sino también espiritual. «Nosotros tuvimos en la fábrica una reducción de trabajo, nos sacaron horas, nos retiraron los premios que hasta ese momento teníamos y hubo despidos», comenzó a relatar esta máquina del pedaleo.
Con la incertidumbre de un futuro incierto, recurrió a su fe para encontrar un camino. «Le pedí trabajo, salud y paz. Que paz no hay, pero trabajo y salud comenzó a haber luego de mis rezos. En 15 días, el trabajo aumentó. No alcanzaba el personal», contó, resaltando que sus pedidos habían sido escuchados.

Decidido a cumplir su promesa, partió el 27 de diciembre del año pasado en bicicleta desde Escobar hasta la localidad de Itatí, en la provincia de Corrientes, en un viaje que duró seis días y que lo llevó a atravesar intensas dificultades. «Fue desesperante la falta de agua y comida. Porque no había, era una supervivencia en el desierto, ja», recordó, describiendo las largas distancias que recorría bajo un sol abrasante para conseguir lo más básico: agua. «Hacía 40 o 50 kilómetros para conseguir una botella de agua fría o a veces más, al rayo del sol. Soporté entre 40 y 43 grados de temperatura en el asfalto y yo no sentí nada», agregó.
Durante el trayecto, la solidaridad de la gente que se encontraba en el camino fue fundamental. «Siempre había alguien que paraba con el auto, me ofrecían agua fría. Eso fue lo que más me gustó, la gente que paraba en la ruta a ayudarme», expresó con gratitud. Aunque el viaje fue sumamente arduo, su fe y determinación lo mantuvieron firme: «Yo me puse en la cabeza que la promesa la tenía que cumplir, no me importaban los comentarios negativos que recibía. Yo sabía que lo iba a lograr».
Cabe destacar que Vázquez ha llegado a dormir en estaciones de servicio; en el monte, donde el descanso era mínimo y la higiene prácticamente inexistente. «Era una situación crítica, pero lo hice», relató, mencionando que durante los seis días de viaje solo pudo bañarse en dos ocasiones. «Durante 10 días no tomé ni mates ni vino, pero yo estoy agradecido a Dios ya la Virgen», relató con alivio.
La llegada a Itatí fue un momento de gran emoción. «Cuando llegué sentí una emoción terrible», dijo. A pesar de la incredulidad de algunos compañeros de trabajo que dudaban de su capacidad para llegar, el peregrino cumplió su promesa, superando todos los obstáculos. «Mucha gente no me tenía fe. Inclusive compañeros del laburo me tiraban mala onda. Me decían que estaba loco, que me iba a morir en el camino. Que no iba a llegar y que no valía la pena. Pero si yo le prometí a Dios que si levantaba el laburo me iba hasta allá. Él me cumplió, entonces yo no le podía fallar», esbozó.
Una vez en la Basílica de Itatí, el hombre logró comunicarse con su familia, quienes desconocían su desfile. «Mi familia no sabía nada, porque yo me fui incomunicado de acá. Yo me fui sin teléfono, porque a mí no me gusta pedir», explicó, destacando la preocupación de sus seres queridos. Sin embargo, el sacrificio valió la pena: «Si lo tengo que hacer otra vez por la misma causa, lo voy a volver a hacer. Yo tengo fuerza, fe y ganas», concluyó, reafirmando su firme creencia en Dios
Este relato es un testimonio de sacrificio, resistencia y, sobre todo, de fe. Un hombre que, ante la adversidad, encontró en su devoción el impulso necesario para superar uno de los caminos más difíciles de su vida, siempre fiel a su pensamiento y creencia que, si Dios le cumplió a él, Adolfo se lo tenía que retribuir.