RESPIRO – Después de meses de idas y vueltas, finalmente Donald Trump y Xi Jinping anunciaron un acuerdo comercial por un año que promete poner en pausa la guerra económica entre las dos potencias más grandes del planeta. El pacto, presentado como un “alto al fuego”, busca aliviar la tensión que viene golpeando a los mercados internacionales desde hace años. Aunque el entendimiento no soluciona los conflictos estructurales, representa un respiro momentáneo en un escenario global cada vez más incierto.
Trump, que habló de una “conversación increíble” con su par chino, aseguró que el trato permitirá estabilizar los flujos de comercio y proteger a las industrias nacionales de ambos países. Xi, por su parte, destacó que el objetivo es “mantener la cooperación sobre la competencia”. El acuerdo, que tiene una duración inicial de doce meses, congela los aranceles que ambas partes se habían impuesto y establece una mesa de revisión trimestral para evitar nuevos desencuentros.
El trasfondo político también pesa. Para Trump, este entendimiento llega en un momento clave: con la campaña presidencial en marcha, necesita mostrar logros concretos en política exterior. En China, Xi busca reforzar su liderazgo interno en medio de una desaceleración económica que preocupa al Partido Comunista. La tregua comercial podría darle algo de oxígeno a la economía global, que venía resentida por la incertidumbre y la caída del comercio de bienes tecnológicos, uno de los puntos más calientes del conflicto.
Sin embargo, los analistas advierten que el acuerdo no resuelve los temas de fondo: la disputa por el dominio tecnológico, el control de los semiconductores y el papel de las empresas chinas en los mercados internacionales. Tampoco elimina la posibilidad de que Estados Unidos imponga nuevas restricciones si considera que China no cumple con sus compromisos. En otras palabras, es una tregua con fecha de vencimiento.
Mientras tanto, otros países observan con atención. Europa teme quedar atrapada en medio de la rivalidad, y en América Latina muchos gobiernos esperan que la distensión ayude a estabilizar los precios de las materias primas. Por ahora, el mundo respira un poco más tranquilo, aunque todos saben que la paz económica entre Washington y Pekín sigue siendo tan frágil como una copa de cristal.
