Un camionero murió al volcar en la Ruta 40 cerca de Esquel. Mientras su cuerpo aún yacía atrapado en la cabina, vecinos y automovilistas saquearon la mercadería del vehículo. No eran pobres hambrientos: llegaron en camionetas nuevas. La doble moral argentina, expuesta con crudeza.
NOTA DE OPINIÓN – El martes por la mañana, un camión que transportaba alimentos congelados volcó en un tramo peligroso de la Ruta Nacional 40, a la altura del arroyo Mayoco, a unos 50 kilómetros de Esquel. El conductor, Alejandro González, de 39 años y oriundo de General Roca, Río Negro, murió en el acto tras perder el control del vehículo en una zona de curvas cerradas y baja visibilidad.
La tragedia fue inmediata. Pero la indignación llegó minutos después, cuando vecinos de la zona y automovilistas que pasaban por allí comenzaron a saquear el cargamento. No hubo pausa para el duelo, ni respeto por la vida perdida. Solo una carrera por llevarse embutidos y pollos congelados, mientras el cuerpo del chofer seguía atrapado entre los hierros.
Las imágenes circularon en redes sociales: personas cargando mercadería en autos y camionetas, algunas de ellas de alta gama. El operativo de la Policía de Chubut llegó tarde. La mercadería restante fue decomisada y destruida, como indican los protocolos sanitarios. Pero el daño ya estaba hecho.
Lo más doloroso es que no se trataba de un saqueo motivado por el hambre. Lo confirmó el comisario general Andrés García: “No era gente necesitada. Eran personas que llegaron en vehículos de alta gama. Lo más grave es que no respetaron la tragedia del momento”.
Este hecho vuelve a poner en evidencia una de las heridas más profundas del tejido social argentino: la doble moral. Esa que nos permite condenar a los corruptos mientras buscamos una “ventajita” en trámites cotidianos. Que nos hace indignarnos ante la injusticia ajena pero justificar el beneficio propio. Que aplaude el valor de la vida, salvo cuando interfiere con el oportunismo.
No se trata de señalar al que roba por hambre. Se entiende que, en muchos casos, la urgencia empuja al abismo. Pero ¿qué explicación tiene quien llega en una camioneta de último modelo y se va con bolsas llenas de productos que no necesita? ¿Lo cuenta como hazaña? ¿O lo esconde por vergüenza?
A metros de la rapiña, un hombre estaba muerto. No les importó. Y eso, más allá de cualquier análisis político o social, es simplemente inhumano.
Por @jorgecarusso – periodista