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lunes, noviembre 17, 2025
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    Rumbo a los altares: El Vaticano aprobó la causa de beatificación del Negro Manuel, custodio de la Virgen de Luján

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    EL MILAGRO DE ZELAYA – La Santa Sede dio validez jurídica a la documentación del proceso del primer afrodescendiente esclavizado que podría convertirse en santo argentino. Su vida de devoción incondicional está ligada al «milagro de Zelaya», que dio origen a la Patrona de la Argentina.

    La fe popular argentina celebra un paso decisivo: el Vaticano aprobó la validez jurídica de la documentación para la beatificación del Negro Manuel, el fiel servidor que, hace más de tres siglos, custodió con devoción absoluta la imagen de la Virgen de Luján.

    El anuncio, realizado por el Arzobispado de Mercedes-Luján, consolida el proceso que podría llevar a los altares al primer afrodescendiente esclavizado de la historia argentina, un símbolo de profunda humildad y reparación histórica.

    El origen de una devoción

    La historia de Manuel Costa de los Ríos, nacido en Cabo Verde y traído como esclavo, está indisolublemente ligada al nacimiento de la devoción mariana en Argentina.

    En mayo de 1630, dos imágenes de la Purísima Concepción de María llegaron al puerto de Buenos Aires procedentes de Brasil, enviadas por un hacendado portugués que deseaba construir una capilla en Sumampa, en la actual provincia de Santiago del Estero.

    Las figuras fueron colocadas en carretas que emprendieron viaje hacia el norte, pero al pasar por la estancia de Rosendo de Trigueros, en la actual localidad de Zelaya, ocurrió el hecho que cambiaría la historia.

    A la mañana siguiente, cuando intentaron continuar el trayecto, las carretas no se movieron, a pesar de los esfuerzos de los carreteros y de los bueyes. Sin embargo, al retirar una de las imágenes, la carreta se liberó y pudo avanzar. Los presentes interpretaron el suceso como una señal milagrosa: la Virgen deseaba quedarse en aquel lugar.

    Así nació el llamado “milagro de Zelaya”, el origen de la devoción a la Virgen de Luján.

    En esa misma caravana viajaba Manuel Costa de los Ríos, un joven africano esclavizado, y traído al Río de la Plata desde Pernambuco, Brasil. Había sido bautizado de niño y, tras ser vendido en Buenos Aires, pasó a manos del comerciante y militar Bernabé González Filiano, administrador de la estancia donde ocurrió el milagro. Su amo lo encomendó al cuidado de la imagen, iniciando una relación de devoción absoluta que marcaría su vida y la historia de la fe argentina.

    Con el tiempo, Manuel fue liberado por los herederos de su amo, pero pasó a considerarse “propiedad de la Virgen”. Dedicó su vida a su “Ama”, recibiendo a peregrinos en la pequeña capilla de barro y paja, guiándolos en la oración y asistiendo a los enfermos con el sebo de las velas, viviendo con la sencillez de un ermitaño consagrado.

    Servicio silencioso hasta el final

    Cuando la imagen fue trasladada al sitio donde hoy se erige la Basílica de Luján, una devota mujer, doña Ana de Matos, pagó 250 pesos para asegurar que Manuel continuara junto a la Virgen. Allí permaneció hasta su muerte, ocurrida en 1686, según los testimonios, un sábado, el día que él mismo predijo que su Señora lo llevaría a la gloria.

    Sus restos descansan hoy en la antigua capilla, a los pies de la imagen, un testimonio de amor incondicional.

    Monseñor Juan Guillermo Durán, postulador de la causa, señaló que la aprobación de la Santa Sede «significa que todo lo realizado en la fase diocesana ha sido aprobado», reconociendo así la validez jurídica de la vida de Manuel.

    El próximo paso en el Vaticano será la declaración de las virtudes heroicas del Negro Manuel, y luego, la comprobación de un milagro atribuido a su intercesión, paso final para su beatificación. Más de tres siglos después, el fiel servidor de la Virgen se convierte en un faro de fe y esperanza para la comunidad argentina.

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