“Gonzalito” es uno de los personajes destacados de la ciudad. Respetuoso y amable, mantiene valores de un tiempo que, lamentablemente, ya no existe. Locutor, animador, vendedor de publicidad… una de sus pasiones fue el fútbol y la otra andar en lancha. Imposible sacarle la edad, pero seguramente de una época donde los hombres eran caballeros.
Rubén nació un mes de junio (no dice día, ni año) en Río Carabela, Partido de San Fernando. Hijo de Pedro Damián González y Rosa Elena Borrone. Fue hasta cuarto grado de la primaria en la escuela 26, y después dejó los estudios. “Era como un quinto o sexto de ahora. No me gustaba estudiar. Pero siempre me gustó trabajar, y practicar fútbol. A los 12 años me permitieron integrar el equipo de fútbol del cuerpo de policía de la Guardia de Seguridad de Islas. Siempre fui delgado así que los otros chicos del equipo eran el doble de grandes (ríe).También me gustaba mucho manejar la lancha”.
La vida pasaba prácticamente en el cuartel de policía de Boca Carabelas. “Era grandísimo, parecía un barrio. Había mucha disciplina, era un régimen. Vivías rodeado de superiores. Había mucho respeto. Cuando vine para Escobar me costó mucho adaptarme”.
De joven Rubén pasaba mucho tiempo en Escobar. Venía para los corsos de carnaval, y al club Boca del Tigre. “Mis primos me dijeron si quería jugar para el Club. Acepté y quedé a la espera de que me llamaran. Un día me dijeron que tenía que presentarme para jugar el domingo. ¡Qué alegría! Era como si me hubieran llamado de River” (vuelve a reír).
Gonzalito siempre trabajó. Ha realizado todo tipo de tarea, y en muchas fue precursor. “Siempre me gustó trabajar. Creo que viene de familia, mi padre, mi abuela. A mí de chico no me sobraban cosas, pero tampoco me falto. Sin embargo siempre trabaje, porque me gustaba… Había un gallego, en la policía, que tenía una estafeta postal (oficina del correo). Cuando se fue (yo tendría 15 años) se la dio a mi tía. Pero ella no sabía ni medio, entonces me puse a trabajar ahí. Me denunciaron por menor (vuelve a reír). Después repartía pan, manejaba una lancha de pasajeros. Cada vez que me acuerdo digo: mira el riesgo que corríamos. Pero gracias a Dios nunca paso nada. Dios me acompañó siempre”.
En una época donde la publicidad se hacia desde los coches o camionetas con parlantes en directo, Gonzalito se animó a la tarea pero grababa los anuncios en un casete y luego los pasaba “para no equivocarse”. Hacia la publicidad del club Boca del Tigre, el Sportivo e Independiente, entre otras. Quizás ese “profesionalismo” lo preparo para las siguientes actividades. A los “veinte y picos” de años comenzó a hacer la presentación en los clubes que traían músicos en vivo. “Entre los mas famosos presente a Tito Sobral, a Carlitos, el hijo de Feliciano Brunelli…hasta que un día me encuentro con el dueño de Cir Color (Juan José Johnson), y empiezo a hacer un programa de tango en la radio y locución comercial, durante 12 años y cobertura en los vestuarios de evento deportivos”.
Rubén siempre siguió para adelante. Se animaba a todo. Con su espíritu de trabajo y dedicación encontró en la comunicación una verdadera pasión. “Fui corresponsal de la revista Todo Futbol, que salía en Capital. A la vez tenía otro programa en la radio de Stigliani. Debo haber sido el primero que trabajo en dos radios distintas al mismo tiempo… La radio me permitió luego relacionarme con muchos políticos. Tengo muchas fotos con ex presidentes y gente de la política nacional y local. Entreviste a personalidades como Isabel Sarli, Luis Tasca, Brizuela Mendez. Mucho le debo a Don Luis Brussi que me mandaba con las invitaciones de la Fiesta de la Flor… Lo que más recuerdo, y de lo que estoy agradecido, es de haber hecho móviles para Aníbal Cufré , de amplia trayectoria en Splendi y presentador de Jesús María y con Mario Graoli , locutor de Radio Nacional. Recuerdo que me trataban con mucho cariño y respeto.”.
Rubén hizo de mozo, durante algunos meses, trabajo en un negocio muy mal pago. “Ganaba la cuarta parte de lo que ganaban otros. Siempre trabaje para los demás. ¡Si habrán comido a costillas mías!” Tuvo un kiosco, que se convirtió en un “boliche de campo” (de ramos generales)” en Gélves y San Martín. Me lo prendieron fuego. Después me pase a un negocio de Nilda y su familia, ahí tuve denuncias de que los perros ladraban mucho. Me asaltaron un 28 de diciembre, también me estafaron y hasta me fundí… A mi siempre las cosas me costaron. Todo me costó el doble”.
Gonzalito es además vendedor de publicidad, independiente. Caminador incansable se lo puede ver por Escobar con su paso tranquilo y sus características “patillas” que lo acompañan desde siempre. “Yo creo que iba al colegio y ya tenia las patillas (ríe). Por ahí me ponía a salir con una chica y me pedía que me las cortara. No, ni loco… a veces en la calle me gritan: ¡Sandro! o ¡Menem! (vuelve a reír). Ya estoy acostumbrado”.
Es difícil precisar el tiempo para un hombre que no le gusta hablar de fechas pero puede decirse que vive junto a su compañera desde que ella tenía algo más de 15 años. “Era un adelantado. Nunca me casé. En esa época te lo criticaban. Ahora es lo más común vivir juntos sin casarse”.
Rubén eligió no tener hijos. “Los hubiera criado como fui criado yo. Ahora eso es imposible. Hubiera sido tremendo, porque ahora todo es distinto. Trabajar, la honestidad, el respeto, la disciplina, todo eso se perdió. Ellos se iban a encontrar con otra realidad. Yo fui muy combativo. De esta época que corre lo único que me pone muy mal es la falta de respeto, la grosería. Lamentablemente en mi trabajo lo he vivido muchas veces. Para mi la palabra es muy importante sin embargo parece que ahora no tiene mas valor. Creo que los responsables de estos malos ejemplos son los padres”.
Gonzalito recuerda un Escobar donde todos se conocían. “Y además eran todos familiares (dice riendo) Lo escuchabas silbar y sabías quien venia. En los corsos era una risa porque por mas disfrazados que estuvieran los sacabas por la forma de caminar. Ahora uno no conoce a nadie. Pero innegablemente el pueblo ha crecido muchísimo”.
Cuando le preguntas por un sueño por cumplir Rubén rápidamente contesta: “Morirme dentro de 40 años” y sigue riendo.