Desde que empezó a estudiar supo que quería ser maestra. Tiene sus mejores recuerdos de la escuela Nº 7 de El Cazador. Le entregó su vida a la docencia al punto de afirmar: “Fui mejor maestra que madre”.
Hija única del matrimonio de Antonio Dechima y Ana Francisca Micuccio, Mirtha nació el 3 de noviembre de 1943, en Capital, pero inmediatamente fue traída a la casa que la familia tenía en calle Asborno al 200, cuando la calle era ancha y de tierra. Años más tarde se mudaron a Hipólito Irigoyen y Dr. Travi, donde su padre tenía el negocio, almacén: El Triunfo. “Me chiquita, hasta tercer grado, Mirtha fue a la escuela Santa María, luego cuando su madre se enfermó y la situación económica ya no era tan buena, su padre fue a conversar al colegio para explicarle que debido a eso debía sacar a su hija del establecimiento. “A pesar de que mi mama había sido alumna de la escuela y que la familia había ayudado tanto, no le ofrecieron que me quede en la escuela (sonríe). Así que me anotó en la escuela Nº 1. Allí estudié hasta sexto grado. Mis compañeros eran Pepe Melidore, Lela Leonarduzzi, Gloria Pronzatto… y de docentes tuve a la señora Cora Maro, Irma Zacardi, y a la señora Álvarez de Rodríguez, cuando ella se enfermó tuvimos de suplente a Nelly Seminari, era el primer año que ella trabajaba de maestra”.i mamá falleció cuando yo tenía 10 años. Tenía a mis tíos y a mis abuelos, por parte materna, que vivían donde ahora está la escuela Modelo. Pero yo estuve siempre con mi papá. Todos los domingos me llevaba a visitar a mis abuelos paternos, que estaban en calle Mermoz, al fondo. Era bien ‘campo’. Mi abuela había tenido todos hijos varones, yo era la nieta mayor y me esperaban con “delicias”. Tenían vacas, ovejas, cerdos, hacían el pan casero, manteca, quesos, embutidos. Había de todo. En esa época no se festejaban los cumpleaños, sino los santos. Se festejaba Santa Rosa por mi abuela. Su hermana era María, abuela de Silvio González, entonces festejábamos Santa María. Era dos festejos fantásticos. Hacían pasteles, la pasta guante y un montón de otras cosas riquísimas”.
La secundaria la cursa en el Instituto Belgrano. “Era la época del director Ferrari Marín, de “Pipo” Gigena, de Armano, que además eran profesores. Tuve a Capello, a la señora Harrand de Travi, a Marengo, Waserman, Ivonne “Beba” Acosta, “Cuicha” Cantuarias de Giordano… Una época hermosa. Mi compañera de banco era Laura Zaracho, seguía de compañero Melidore, que para mí fue un hermano de la vida”. Se recibió en Magisterio en el año 61.
Iba al Club Boca del Tigre a ver los partidos de fútbol y de básquet. Su padre era el socio Nº 12. Ya, de más grande, también iba a bailar. “Era la época de los asaltos. Nos reuníamos en la casa de Collia, que tenía una hermosa galería. Nosotras llevábamos la comida y los chicos algo de tomar. En Boca del Tigre conocí a “Titín”, quien después fue mi marido. Nos casamos en el año 62. Éramos muy jóvenes. 19 años. Nos casamos en la iglesia central, que estaba Bertolotti de sacerdote, y en el Registro Civil de la calle Asborno, pegadito al Belgrano. Estaba de Jefe Pedrito Seminari”.
En el año 65 tiene a su primea hija, Marcela, y 9 años después llegó a la familia su hijo, Alejandro. “Me tomé mi tiempo (dice riendo). Era una época donde trabajaba mucho. Empecé trabajando de docente en la escuela Nº 13 de Maschwitz y para el segundo año pasé a la escuela 5 de Garín. Después empecé a trabajar en la escuela 7 de El Cazador. Trabajé mucho. Creo que fui mejor maestra que madre”.
El tiempo le ha dado revancha y hoy disfruta de sus nietos: Francisco, Catalina y Josefina, hijos de Marcela y Ezequiel y Bautista, hijos de Alejandro.
Mirtha estuvo como maestra de grado desde el 64 al 74 y luego pasó a la escuela de adultos. “Queríamos mucho a la escuela con mis compañeras. No congeniábamos con la directora de entonces y me pasé a la 701. Después trabaje 4 años en la escuela 6 de Matheu, porque allí no había maestros. Toda la comunidad iba a esa escuela, de la que tengo los mejores recuerdos.”
Vuelve en el año 78 a la escuela 7 de El Cazador, pero ahora como directora, “la Cooperadora de la escuela es la que hizo todo. Las aulas, instalaciones eléctricas, los baños. En una época la Cooperadora elegía los mejores presupuestos y a la mejor gente. Y controlaba”.
En el año 97 acepta el ofrecimiento de ser parte del Consejo Escolar de Escobar. “Al principio me reí porque yo no soy política. Pero la respuesta fue que exactamente eso es lo que buscaban. Ese año entre junto con Lidia Maggiolo de Curini, y Silvana Graniera, estaba Jorge Yacuzzi, María Lujan Carrano, Juan Cha. En total estuve dos períodos y medio. Trabajamos mucho, hicimos un gran equipo. Estuve con Ricardo Donatelli, José Luis Fabro, Hernán Antonini, Melchiori, Enrique Peralta, Carina Chmit, Gustavo Rizzo. Fui vocal, secretaria, tesorera y hasta llegué a ser presidente del cuerpo. Después renuncié, porque ya quería jubilarme”.
Mirtha recuerda una época donde existía más responsabilidad de parte de maestros, de padres y de directivos. “A pesar de que después en la ultima época se veía venir la decadencia. Todo llegaba con las licitaciones adjudicadas desde la Provincia y con unos costos terribles. Pero contra eso no podíamos hacer nada. Igual trabajamos bien e hicimos todo lo que pudimos”.
Recuerda un Escobar tranquilo y de caras conocidas. “Salíamos del baile y nos íbamos un grupo de chicos para cada barrio y sin problemas. Después de mas grande cuando iba para el cementerio, o incluso a trabajar al Cazador, iba levantando vecinos para acercarlos con el auto. Ahora no conozco a nadie. Y encima fuimos perdiendo la solidaridad por la situación de inseguridad. No me animo a llevar a nadie en el auto”.
Mirtha no tiene nada de qué arrepentirse. Aunque le hubiera gustado viajar más. De la Argentina conoce todas las provincias, menos Formosa. Aunque su lugar en el mundo es Mar del Plata. Jamás pensó en irse de Escobar, y mucho menos del país. “¡Si nuestro país es uno de los mejores del mundo! Acá tiras una semilla y en cualquier lado tenés una planta. Es un país hermoso. Pero cada 10 años nos pasa algo. Tendremos problemas en la parte económica, pero creo que los argentinos somos culpables de esto. Porque no todos trabajan como tienen que trabajar, ni todos son decentes como tienen que ser. Esa es la realidad”.