No toca ningún instrumento, no le gusta pescar, ni jugar a la pelota. Se define: bien anti deportes. Pertenece a una de las instituciones más respetadas por la sociedad. Es muy familiero y tiene muchos amigos. Junto a sus compañeros son los súper héroes de los más chicos.
Mariano nació el 13 de abril de 1972 en el Hospital Castex de San Martín. Hijo de Nilda Beatriz Caña. “Me contaron que mamá se descompuso de madrugada, un día de muchísima lluvia. Se fueron con mi abuela al hospital, en el colectivo 176. Estuvo todo el tiempo parada, porque nadie le dio el asiento. Nací a la tarde y después de dos días volvimos todos juntos a la casa donde aún vivo. Don Bosco entre Alberdi y Rivadavia”.
Nilda era madre soltera. Trabajaba de personal doméstico en la casa de la desaparecida Dra. Velazco y luego, durante muchos años, en una fábrica de incubación de pollos en Pilar, Albayda, hasta que se jubiló. Su abuela Angelita Tenaglia de Caña, fue sin lugar a dudas la figura familiar siempre presente. “Toda su vida fue ama de casa. Barría la vereda, salía a hacer los mandados, el almuerzo al mediodía, la cena, siempre algo distinto. Cocinaba riquísimo, era un placer” (sonríe). Mariano recuerda la mesa grande junto a su tía Noemí Caña, quien trabajó muchos años en Bonessi, y su tío, Héctor “Pocho” Caña, diariero. ”Los fines de semana la comida típica eran las pastas. Ravioles, tallarines… siempre caseros.”
Mariano cursó la primaria en la Escuela Nº 1 y parte de la secundaria, que no finalizó en el instituto Belgrano. “Tuve que dejar por temas económicos. Empecé a trabajar en una bicicletería de Horacio Bornia, a media cuadra de casa. A cambio del trabajo “Coco” cada semana me iba armando mi primera bicicleta. Un sábado las dos ruedas, al otro la cadena, a la otra semana un cuadro… Cuando la terminé era como andar en un BM por Escobar” (ríe).
Siempre fue medio “buscavida”, así que trabajó en diferentes lugares con el correr de los años. Trabajó como ayudante en un reparto de lácteos, fue remisero, luego entró como cuartelero en bomberos. Ingresó al Municipio de Escobar hace 14 años atrás, en la gestión del ex intendente Silvio González. También trabajó en las ambulancias del hospital Erill, dependiendo del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, durante 10 años.
Mariano, como tantos otros niños de aquella y esta época, tenía el sueño de ser “bombero”. Él lo logró.
“Me hizo entrar Oscar Noel, que tenía un reparto de galletitas y le traía mercadería al quiosquito de la esposa de “Coco”. Mi mamá le comentó a él que yo quería ser bombero y dijo: Dale, los martes hay academia, lo anotamos y yo lo vengo a buscar, después te lo traigo. Que empiece…”. A los 14 años, empecé con mucha intriga de que era todo ese mundo. Y ahí estoy todavía. Uno nace con los genes de ser bombero. Una vez que uno entra, es imposible dejarlo”.
Sin embargo la pasión por ser bomberos no es el fuego, no es la adversidad. “Ser bombero es la pasión por ayudar al otro. Y es contagioso. Mi mujer me conoció siendo bombero. Se aguantó las idas mías de casa en medio de un cumpleaños, en reuniones, en plena madrugada, salir a pasear y dejarla esperando en el auto, en el cuartel hasta que volvía, se acostumbró. Se la re bancó… Al día de hoy, tengo tres hijos, el más grande, Matías (21), ya hace seis años y medio que está en el cuartel. Vio las locuras que hacia el padre y le tomó el gustito” (vuelve a reír).
Después esta Alejandro (14) que esta con ganas de seguir la pasión familiar, aunque tiene también una interesante inclinación musical, y el pequeño Valentino (4) que habrá que dejarlo andar para saber si rumbea también hacia el cuartel.
Conoció a Stella Maris en Sucess, era de Pacheco, pero venia los fines de semana y empezaron a hacer amistad por intermedio de otros amigos. “Estamos casados hace mas de 15 años, pero estamos juntos alrededor de 28 años. Al tiempo que estuvimos de novios decidimos irnos a vivir juntos, después vino el primer nene y cuando tenía alrededor de 6 años decidimos casarnos”.
Mariano asegura que no le queda ningún sueño por cumplir. “En mucha o poca medida todo lo que quise, siempre, de a poco, lo pude lograr. Lo que no se dio en un momento se dio en otro. La verdad es que estoy satisfecho de la vida.” Tampoco tiene nada de qué arrepentirse. “La verdad que no. Si alguna vez en la vida las cosas salieron mal el destino habrá querido que fuera así. O cosas que por algún motivo no debieron darse.”
Mariano recuerda un Escobar marcado por la Fiesta de la Flor. “Era un mundo de gente por donde vieras. Mi entretenimiento de chico era sentarme en la vereda de casa y eran tres filas de autos, a paso de hombre, y parados sin poder avanzar. Los colectivos, la gente… todo el mundo preguntando dónde quedaba la Fiesta. Me quedó grabado de ese Escobar, por las tardes ver a todos los vecinos, que la mayoría siguen estando, con el banquito afuera, la mesita y el mate… y nosotros andando en bicicleta. Algo que, lamentablemente, se fue perdiendo. Hoy andamos todos a las corridas, cada cual encasillado en su mundo. Ya dejó de ser el pueblo que era antes para transformarse en una ciudad. Igual me gusta el progreso. A Escobar lo veo totalmente cambiado, avanzado. Hay muchas cosas para seguir desarrollando pero lo veo creciendo y aun mantiene su magia. Escobar es precioso”.
Resulta complicado imaginarse a Mariano, durante tantos años, en las guardias del cuartel. Sin embargo nadie espera el accidente o la tragedia.
“Muchos imaginan que el bombero vive a partir de la sirena, del alerta, donde vamos todos corriendo a apagar un incendio. Pero no es así. Siempre estamos haciendo algo. Mantenimiento, desde arreglar los camiones, limpiarlos, mantener los equipos, hacer pruebas con los equipos para que funcionen siempre bien, preparar capacitaciones, charlar y hacer intercambios de ideas, después de algún servicio. Y en los momentos de ocio juntarse a tomar mate con los más viejos y aprender y recordar historias”.
Pero sin lugar a dudas que esas historias no siempre terminen bien no debe ser algo fácil de sobrellevar. “En realidad uno hace todo hasta donde puede, pero los milagros los hace Dios”.
Mariano Caña parece un hombre normal. Pero no se dejen engañar: Es un ángel de la guarda.