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martes, febrero 11, 2025
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    Maria del Carmen Etchegaray: “Mi generación fue una generación que rompió esquemas”

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    Tuvo una vida “andariega”. Amante de la lectura desde muy pequeña, tuvo siempre una increíble capacidad de adaptación. Inquieta y apasionada, esta docente y estudiante eterna, sigue llena de proyectos y de sueños.

     

    Hija mayor del matrimonio de Jaime Germán Etchegaray y Beatriz Carmen Ruzzante, María del Carmen nació un 17 de noviembre de 1945. Pocos meses antes había terminado la guerra en Europa.

    “Mi padre era descendiente de Juan Etchegaray, fundador y primer dueño de Alpargatas. Fue un soñador, medio «gitano» y muy inteligente. Un diletante, que se mudó 25 veces de ciudad. Muy preparado e instruido siempre encontraba trabajo en cualquier ciudad en la que se instalara. Es así como, habiendo yo nacido en Flores, nos mudamos a Villa Ballester y luego a Florida, a Mar del Plata y a Río Turbio en el sur… Luego a Agronomía y a la Capital Federal…” (recuerda mientras ríe). Somos tres hermanas, yo soy la mayor. La hermana del «medio» es Mirta Beatriz y mi hermana menor se llama Lucía Pastora.

    En realidad se mudó con su familia alrededor de 25 veces. ”Estos cambios constantes  me dieron una gran  capacidad de adaptación a distintas  formas de vida  y costumbres”.

    La primaria la terminó en la escuela Nº 9 de Florida y la secundaria la fue cursando en los distintos lugares a los que se mudaba la familia. “Mar del Plata, Saavedra, Florida etc. No alcancé a terminar mi secundaria siendo adolescente, debido a esta vida andariega. Pero a los 42 años y con cuatro hijos, y en plena inflación,  decidí terminar mis estudios”. Lo hizo en Campana, rindió libre tres materias de cuarto año y todo quinto entre los meses de diciembre y marzo. Y aprobó su secundaria. “Allí continúe mi profesorado en Pilar, recibiéndome de profe de contabilidad. Después se le llamó “Sistemas de información Contable” (sonríe).

    A pesar de los cambios de escuelas y costumbres, María del Carmen no renunció a uno de sus hábitos preferidos: “Lo que sí hice a lo largo de esta vida andariega, y gracias a las prédicas de mi padre, fue leer. Los niños antes cuando ahorraban, por lo menos los de mi época lo hacían, ahorraban para juguetes. Yo ahorraba para comprarme libros y prácticamente devorarlos. He llegado a leer un libro de muchas páginas en un solo día. Claro, con el consiguiente y posterior dolor de cabeza al terminarlo… A los ocho años leía a Neruda. Te juro que no lo entendía. Pero me encantaba la musicalidad de sus poesías. En esa época las nenas éramos muy inocentes. “Cuerpo de mujer, blancas colinas, mi cuerpo de labriego te socaba y hace saltar el hijo del fondo de la tierra» no entendía el sentido. Calculá, éramos muy inocentes en esos años. Todavía creíamos en la cigüeña. Pero está poesía me resultaba hermosa. A pesar que no entendía el sentido me leía todo el libro”.

    Tuvo una adolescencia “común”, como la de cualquier otra chica “de la época”. “En mi época se realizaban «asaltos», donde nos reuníamos para bailar y divertirnos. Las chicas llevábamos la comida y los muchachos llevaban la bebida. Bailábamos con Elvis Presley y Paul Anka, más tarde con Nat King Cole, después con los Beatles y con los Rolling”.

    María del Carmen estudió teatro en el mismo grupo donde estaban Bárbara Mujica y Marilina Ros. Como era muy chica no recuerda algunos otros nombres. Sólo el teatro Empire, donde iba con sus compañeras a tomar clases. “También estudiaba piano y me presenté ante el público pero no recuerdo en qué teatro” (vuelve a reír).

    Su primer trabajo fue a los 16 años, de vendedora de propiedades en la inmobiliaria Ruzzante Di Carlo, en Florida. Después, empleada de la escribanía Vargas, pasando testimonios. A los 17,  encuestadora del IVA, y trabajó en el Instituto verificador de audiencias de TV a  los 22.

    Su última casa familiar fue en Munro, hogar del que partió al casarse con Luis, su actual esposo, a una casita de Ramos Mejía. “Después comenzaron a llegar los hijos: María Eugenia, Ezequiel, Eduardo y Ernesto. La casita de Ramos ya resultaba muy chica por lo que decidimos mudarnos y encontramos casa en Maschwitz.”

    Ya recibida, comenzó a trabajar en la Escuela 2 de Matheu, luego pasó a la Nº 15 de La Chechela, que más tarde se convirtió en Escuela 3. Luego trabajó en el colegio Santa María (poco tiempo) y en la escuela 4 de Ingeniero Maschwitz. También estuvo a cargo de la biblioteca de la Escuela 13.

    “Cuando me mudé a Escobar la zona donde vivo, La Bota en la actualidad, estaba muy despoblada. Había solo algunas quintas. Ahora Maschwitz está hermoso y muy distinto. Y Escobar también. No me iría a vivir a otro lado que no fuera Escobar. Si puedo finalizar trámites legales intentaré ir a vivir en una zona más céntrica de Escobar, los hijos se han casado y la casa resulta muy grande.” María del Carmen hoy goza de una familia inmensa. Sus nietos son: Julieta Campagna, profesora de artes visuales; Bruno Domenech, filósofo universitario; Lautaro y Mariano, estudiantes de secundaria; Paloma Domenech, estudiante de secundaria y eximia jugadora de fútbol femenino; Magdalena Campagna, estudiante de secundaria y jugadora de vóley; y Delfina Campagna, también estudiante. “Y un biznieto: Felipe Boileau, en la primaria, y otro nieto hijo de la segunda esposa de mi hijo Eduardo, que se llama Xavier Castelli. Hoy mis nietos son mi vida”.

    Hizo dos años en la carrera de Historia, en la Universidad de Luján en Escobar. “Hasta que la universidad se fue, dejándonos plantados a todos los que estábamos estudiando. Creo que se fue por cuestiones políticas. Luego me anoté en el profesorado de informática en el colegio Tupac Amarú de Villa Ballester, donde también estudié y aprobé dos años hasta que la distancia me venció”.

    María del Carmen en su bagaje de recuerdos, lleno de mudanzas y libros, evoca una etapa de luchas y logros. “Mi generación fue una generación que rompió esquemas. Fue una generación libre que peleó con los padres y la represión. Que dio, a los jóvenes de ahora, una libertad que muchas veces no saben usar”.

    Fue socia co-fundadora, junto a otros escobarenses, de la Sade Escobar, cuya primera directora fue Blanca Buda. El acta fundacional se firmó en la casa de Bimba Rondinoni .

    Presentó tres obras teatrales de su autoría y editó dos libros de poesía, en papel, y un audio libro.

    “Me quedé con las ganas de estudiar más, de publicar mi libro «Los caminos a Castanova», aunque aún lo puedo hacer” – dice sonriendo. “Soy jubilada docente y estoy intentando dar clases de Fines o Coat…me gustaría ayudar a que los adultos puedan terminar su secundaria. Me gustaría viajar, editar mi libro, ser feliz.”

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