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sábado, diciembre 7, 2024
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    Leandro Acosta y Karen Klein permanecen detenidos por el doble crimen de sus padres, ocurrido en 2015

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    El doble parricidio de Ricardo Klein y Miriam Kowalzuck sacudió a Pilar en 2015. El escenario fue una casa ubicada en Sarratea 2726. Allí, una trama de celos, reproches y relaciones amorosas intrafamiliares tuvo un desenlace macabro: 16 bolsas con cenizas, huesos, canibalismo y más restos calcinados.

    Los otros dos protagonistas que sobrevivieron la historia fueron Leandro Acosta, el hijo de la mujer, y Karen Klein, su hermanastra y también su novia al momento del hecho, quienes resultaron acusados por los crímenes de sus padres y actualmente permanecen presos.

    “Las cosas que se hacen en vida se pagan aquí, y (Acosta) está en una cárcel común”, subrayó a TN Mónica Chirivin, la abogada que llevó adelante la defensa del joven, que entonces tenía 29 años.

    La reconstrucción del horror
    El caso se descubrió a mediados de septiembre por una denuncia de los vecinos de la familia que, preocupados porque hacía varios días que no veían al matrimonio, acudieron a la policía. La presentación por averiguación de paradero derivó en un allanamiento ese mismo día en el domicilio de Manuel Alberti donde se encontró una primera escena dantesca: una pelvis y parte de una columna vertebral en la terraza.

    Había sangre por todas partes y el rastro llevó a los investigadores a unas 8 cuadras de distancia, hasta un terreno baldío en el que se toparon con lo que quedaba, literalmente, de Ricardo y de Miriam. Los habían baleado, descuartizado y quemado. En cuestión de horas, el círculo de sospechas se cerró dentro del propio seno familiar y los hijos mayores de las víctimas quedaron detenidos.

    Leandro Acosta sufría un trastorno intestinal por el que le habían practicado una ostomía (conocido como ano contra natura), condición por la que cobraba una pensión. Pero según se supo más tarde a través de la declaración de testigos, para su padrastro era “un vago” y le reprochaba frecuentemente, a veces a los gritos y a veces con golpes, que “no pusiera un mango en la casa”.

    La violencia física y verbal, al parecer, se había vuelto una rutina en la casa de Pilar. No obstante, el detonante de la tragedia habría sido una sospecha: Acosta creía que Ricardo Klein abusaba sexualmente de sus hermanos menores, un varón y una nena, mellizos de 11 años, que habían nacido de la unión entre el padrastro y la mamá del acusado.

    El rol que tuvo Karen Klein, la hermanastra y por entonces también pareja de Acosta, fue confuso desde el principio. En base a los testimonios, la joven no le había perdonado a su padre que volviera a formar pareja tan rápido tras la muerte de su mamá y, además, no tenía una buena relación con Kowalzuck, que presuntamente la trataba como si fuera una “mucama”.

    Lo cierto es que ambos se convirtieron en los sospechosos lógicos del caso y el informe de los forenses sumó más tarde otro detalle escalofriante, que tampoco los favoreció. “Estuvieron como diez días conviviendo con los cuerpos descuartizados de mi hermano y mi cuñada, pero ellos hacían una vida normal. Mi sobrina siguió yendo a trabajar y a llevar a los chicos a la escuela como si nada”, relató en aquel momento a los medios Raúl, hermano de una de las víctimas.

    Los restos de las víctimas fueron encontrados, descuartizados y calcinados, en 16 bolsas de basura.
    Los restos de las víctimas fueron encontrados, descuartizados y calcinados, en 16 bolsas de basura.
    Finalmente, un cartonero que vio en la televisión la noticia sobre el hallazgo de los restos fue el que terminó de incriminar a Acosta, al presentarse espontáneamente en una comisaría y contar que el joven le había pagado para que retirara las bolsas de su casa. Él, aseguró, las llevó hasta un descampado cercano sin saber lo que escondían en su interior.

    “Me comí un pedacito”
    La abogada penalista Mónica Chirivin se encontró por primera vez con Leandro Acosta en la Comisaría de Villa Rosa. “Era un chico que podía ser mi hijo por la edad, carilindo, tez blanca, ojos azules intensos, con rostro de susto”, describió la letrada en su libro “Yo te defiendo”, publicado el año pasado, en el que recopila varios casos de su carrera.

    No obstante, el “susto” se le fue ante la primera pregunta de la letrada. “Qué sentiste cuando los mataste?”, le dijo Chirivin. Y la respuesta del detenido abrió la puerta a una estrategia firme de inimputabilidad.

    “¡Ay, ay, es orgásmico”, recordó la abogada que le dijo Acosta mientras se refregaba contra la reja “con una mirada desorbitada pero feliz”. Entonces añadió un detalle tan inesperado como horroroso: “Me comí un pedacito, con sal, una exquisitez, mejor que la carne de cerdo”.

    Acosta habló de alivio, de orgasmos, de voces y hasta de un templo umbanda al que habría recurrido en busca de ayuda, pero sin éxito, antes de cometer el doble crimen. Entonces, un día, decidió usar el dinero que cobraba de su jubilación para comprar un arma y empezó a frecuentar el Polígono de Tiro. Así estalló la locura. “Pero lo volvería a hacer, son violadores, salvé a mis hermanos, Dios lo sabe”, recordó Chirivin que le dijo su cliente en otra conversación.

    “Se metió preso solo”
    “(Acosta) Tiene una patología muy severa, es esquizofrénico, entre otras cosas”, señaló Chirivin a TN, y ese cuadro empeoró con el encierro. “La empieza a pasar bastante mal adentro de la cárcel, los otros presos lo tienen de hijo”, añadió.
    “Acosta aprende a vivir ahí adentro”, explicó la abogada con relación a los primeros tiempos del parricida preso. En ese sentido, enumeró: “Que a la madre no se la mata, que la novia lo dejó, y tuvo que acomodar el discurso”. Así fue como Leandro Acosta dio el primer volantazo y, en lugar admitir ambos crímenes, decide culpar a Karen por el asesinato de su mamá.

    Mientras tanto, la joven le escribió una carta que se hizo pública: “El monstruo ya no vive más, está acá conmigo. Ahora estoy en paz, un poco enfermo, aquí me dan remedios que son pastillas y nadie me dice discapacitado de mierda como me trataban en mi casa”.

    En octubre de 2019, el TOC 7 de San Isidro condenó a prisión perpetua por el crimen de sus padres a Klein y a Acosta. En ese juicio, la fiscal Laura Zyseskind dio por probado que, cumpliendo distintos roles y con una planificación previa, ambos cometieron el doble parricidio el 2 de septiembre de 2015 cuando sus hermanos mellizos no estaban en la casa porque Kowalczuck los había llevado al colegio.

    En el debate, Acosta confesó que había asesinado a su padrastro de un disparo, pero dijo que su hermanastra mató a su mamá luego de que él dejara el arma sobre una mesa. En tanto, si bien no declaró en el juicio, Karen siempre sostuvo que ella solo fue testigo de los crímenes de sus padres y que si no había denunciado nada era porque estaba amenazada por Acosta.

    Karen había llegado libre al debate con una falta de mérito, pero fue detenida luego de los alegatos en el juicio de 2019 por pedido de la fiscalía para cumplir condena en la Unidad 47 de San Martín.

    En marzo del año pasado, el Tribunal de Casación Penal bonaerense confirmó la condena a prisión perpetua de Acosta, pero ordenó reducir la pena para Karen al considerarla “partícipe secundaria” y no “coautora” del doble parricidio. Sin embargo, sigue presa.

    “La condenan pero no hay cuerpo, ni siquiera se sabe cómo murió la mujer”, dijo el letrado, que hace un tiempo ya dejó de representar a Klein por pedido de ella y de su nueva pareja, un joven que conoció en la misma época en la que se llevó a cabo el juicio.

    Miño describió a Karen Klein como una chica “tímida y retraída” y aseguró que siempre creyó en su inocencia. Por otra parte, indicó que la supuesta participación secundaria en un homicidio, delito por el que fue condenada, “implica que hay una promesa en el medio” y eso no figura en ninguna parte del expediente.

    Por todo esto, el letrado vaticinó que Klein “va a salir sobreseída en dos o tres años”, aunque aclaró: “siempre supuse que (Karen) tenía un gran problema psicológico, porque convivir 11 días con los cuerpos…sigue siendo el padre”.

    Por su parte, según confirmó a TN su abogada, Leandro Acosta, sigue preso en el penal de Magdalena y habría iniciado una relación sentimental con una joven evangelista que lo va a visitar a la cárcel.

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