COMERCIO GLOBAL – Después de nueve años de diálogos intermitentes y múltiples obstáculos políticos, la Unión Europea e Indonesia alcanzaron un acuerdo comercial de gran alcance que busca transformar la relación económica entre ambas partes y reducir la dependencia de China y Estados Unidos en el escenario internacional. El convenio será firmado el 23 de septiembre de 2025, y se espera que entre en vigor una vez ratificado por los parlamentos nacionales y el Parlamento Europeo.
El pacto contempla que más del 80% de las exportaciones indonesias hacia Europa —incluyendo productos clave como aceite de palma, níquel, cobre, textiles y calzado— quedarán exentas de aranceles en un plazo de uno a dos años. A cambio, Yakarta reducirá barreras para bienes europeos de alto valor agregado, en particular automóviles, maquinaria industrial y equipamiento tecnológico.
No obstante, el acuerdo también toca un punto sensible: las exigencias medioambientales y laborales. Bruselas incluyó cláusulas vinculantes para garantizar el respeto a los estándares internacionales, especialmente los relacionados con el cambio climático y la deforestación. Esta última cuestión es particularmente delicada para Indonesia, que es uno de los mayores productores de aceite de palma del mundo, un sector señalado por su impacto en la tala indiscriminada de selvas tropicales. Productores locales ya han advertido que podrían enfrentar costos adicionales que afectarían su competitividad.
Pese a las tensiones, el pacto es visto como una victoria diplomática tanto para la UE como para Indonesia. Europa gana acceso a un mercado emergente con más de 270 millones de habitantes y un rol clave en la transición energética, ya que el níquel y el cobre indonesios son fundamentales para la fabricación de baterías eléctricas. Por su parte, Indonesia asegura un canal de exportación más estable y diversificado, reduciendo su exposición a la volatilidad de los mercados chinos y estadounidenses.
La firma del tratado podría convertirse en un hito para redefinir las cadenas de suministro globales en un contexto de fragmentación geopolítica. A la vez, envía un mensaje claro: Asia sudoriental se consolida como un actor imprescindible en el equilibrio comercial y estratégico del siglo XXI.
