SEGUNDO CUMPLEAÑOS SIN «EL DIEZ»
Nadie puede negar lo que Maradona significa no solamente en Argentina, sino en el mundo. Su nombre suele abrir puertas impensadas y tender puentes lingüísticos en cada del planeta donde un turista argentino se presente. Este domingo será un nuevo cumpleaños de Diego sin su presencia física, pero indudablemente estará en el corazón de todos los que disfrutaron de la magia del «barrilete cósmico».
Recordándolo, la Municipalidad de Escobar inaugurará un monumento en la plaza Antonio Lambertuchi, al lado de la estación de Escobar, este domingo 30 de octubre, día en que el astro del fútbol mundial cumpliría 62 años, a partir de las 18.00.
La escultura fue realizada por el prestigioso escultor escobarense Eduardo Carlos Noé en resina cementada. La obra mide 1,65 metros -la altura real de Diego- y fue inspirada en la figura del Maradona de los años ochenta. Será emplazada en una base de césped natural sobre un óvalo que simula el contorno de un estadio mundialista.
La ceremonia incluirá una muestra audiovisual repasando los grandes hitos del Diez, la realización de un mural, y la presentación del cantante y compositor Cufa Mocoroa, quien interpretará un tema musical alusivo.
El futbolista más popular de Argentina nació, según consta en el Registro Civil, el día 30 de octubre de 1960 en Lanús, aunque todos lo identifiquen como el «Pelusa» de Villa Fiorito, donde transcurrió su infancia y desde donde saltó a la fama. A los nueve años inició su romance con el fútbol, cuando actuaba en un equipo infantil conocido como Los Cebollitas. Don Diego, su padre, regentaba una canchita en el barrio y dirigía el equipo Estrella Roja, al que Diego hijo accedió siendo adolescente y a despecho de sus compañeros de más edad. Fichado por Argentinos Juniors, debutó en la primera división en 1976, diez días antes de cumplir dieciséis años.
Su carrera tanto en Argentina como en Europa, tuvo altas y bajas pero a pesar de ello nadie puede discutir su habilidad con la pelota.
«La pelota no se mancha», dijo en una oportunidad refiriéndose a sus adicciones.
Con la camiseta celeste y blanca llenó de alegría a los argentinos, sobre todo en el Mundial de México 86 cuando «con la mano de Dios» y su espectacular jugada evadiendo adversarios logró la copa que quedó grabada en la retina de todos.
Se fue al otro mundo cansado, enfermo y triste, pero dejó una huella grabada a fuego que será recordada eternamente.