Las palabras de un vecino que vivió mil historias.
“Negrito”, así como lo conoce todo el mundo, así lo nombraron desde que nació. Él es el vecino de Escobar que sobre cada foto tiene una historia, y de cada persona tiene una anécdota. El que puede nombrar a grandes de la cultura como sus amigos, y que es recibido en cada escenario donde va. Él es el Héctor Osvaldo Herrera.
Ríe cuando se acuerda de la anécdota de su apodo: “me pusieron negrito antes de que me registraran en el Registro Civil. Como mis abuelos por parte de mi mamá eran italianos de cutis blanco, mi abuela ni bien me vio dijo ‘uy, qué negrito que es’. Y ahí todos mis familiares me empezaron a decir así, por eso lo llevo con mucho orgullo”.
Llegó a Escobar con sus papás cuando tenía un año y medio. El apego a su lugar viene desde chico, cuando llegó a conocer casi toda la zona, que por esos años era sólo campo, porque se movían de estancia en estancia por el trabajo de jornalero de Florentino Herrera, su padre.
A sus 84 años, tiene agudizados los pequeños recuerdos de su infancia: “A mí me traía chocolates Don Abel Saín, el dueño de la fábrica de chocolate Águila”, dice con orgullo, porque sus padres trabajaban para él. Florentino en la estancia y ella en la cocina.
Esos días y su historia en el distrito bastaron para que no quisiera irse nunca, pese al dolor de separarse de sus tres hijas en el año 2000 cuando comenzó la crisis económica. Ana María, Norma Beatriz y Martha Susana decidieron irse a la ciudad de Esquel, provincia de Chubut, en busca de una oportunidad laboral. A sus hijas les ha ido muy bien desde entonces, todas tienen su negocio. Por eso quieren llevarlo a él para allá. Pero él no quiere dejar Escobar. “Sufrí mucho cuando mi familia se fue, pero después vi que iban bien y comencé a estar tranquilo. Acá tengo gente que es mi familia, que es gente amiga, y me acompaña a cualquier lado que voy. En todos los lugares tengo el micrófono abierto, me suben al escenario, ellos son mi familia de Escobar”, siente el Negrito.
Conoció a Gladys Norma Cejas, la madre de sus hijas cuando volvió del servicio militar. Cuando regresó al pueblo, mucha gente lo estaba llamando para trabajar. Entre ellos, estaban Raúl Gonzalez y Carlos Cejas. Este último, era el padre de quien luego sería su futura mujer. Su suegro tenía junto a Gonzalez un restaurante cerca de lo que sería la entrada actual de Escobar. “En ese momento no existía la panamericana, estaba la Ruta 9. La parrilla estaba a una cuadra de Tapia de Cruz, esa esquina la hizo González con mi suegro”, cuenta Herrera. Al padre de Gladys lo recuerda como un gran guitarrista que ha tenido la zona.
El Negrito mientras habla, está rodeado de fotos y premios. Hace falta acercarle una, para que conecte una cosa con otra, y despliegue nombres, años y curiosidades. La distinción más reciente fue el año pasado en la Fiesta de la Isla en Paraná, cuando lo honraron como embajador de la isla y como un referente de la cultura. «Fui cuatro años abanderado de la asociación folclórica isleña, era el puntal de la entidad. Estaba por la radio anunciando todo lo que íbamos a hacer. Hacíamos las fiestas allá, con entrada libre y gratuita, y la biblioteca llevaba mi nombre. En la Asociación Isleña dábamos clases de costura, computación, todo gratis. Fue por este tipo de cosas que la asociación me declaró embajador de la cultura isleña», explica Héctor Osvaldo.
En sus años de escobarense, ha desarrollado amistades con personas que todos conocemos por sus obras musicales. Pero él, en cambio, los conoce por momentos cotidianos que ha compartido. A Jorge ‘el Turco’ Cafrune por ejemplo, lo acompañó a cambiar una rueda. Tuvo una amistad bárbara con él, todo empezó después de que el músico fue revelación en el Cosquín, y se vino al tiempo a vivir a Cardales. «En esa época, él no tenía amistades acá, porque recién llegaba. Cafrune iba a la gomería que creo en ese tiempo estaba en la Ruta 9. Yo vivía en frente de esa gomería», cuenta. El folclorista se había empezado a hacer amigo de los gomeros, y el Negrito, que lo veía desde su casa, se acercó: «lo veía a este hombre de sombrero grande y barba, y me empecé a arrimar. Cada vez que él venía, yo estaba ahí junto a él. Un día me dijo, ‘Negrito me acompañas, voy hasta el rancho, tengo que ir a buscar una rueda”.
Con el Chaqueño Palavecino tiene también una anécdota: «He hecho ya cinco festivales con él, es tremenda la amistad que me ha brindado». Cuenta además, cómo fue que subió al escenario en uno de sus festivales: «cuando supo que estaba yo en el público, me llamó ‘a dónde está el Negrito Herrera, dónde está», dice riéndose. Quienes no se quedan fuera de esta lista, son el cantante de tango Raúl Lavié, y el autor y productor Alberto Migré, que fueron clientes suyos.
Si tuviera que detener por un segundo los recuerdos, mirar al futuro y pensar en qué es lo que le queda por hacer, él dice: “quiero estar presente en todos los actos que se hagan. Últimamente estuve fallando, porque yo desfilo siempre, y no pude. Además, deseo para nosotros los escobarenses que sigamos como venimos, porque hemos tenido un avance tremendo”.
Para despedirse, él recita: “Yo así me voy presentando, con expresión bien campera, pa’ que vayan agendando, yo soy el Negrito Herrera. Y estar en este lugar para mí es un gran honor, soy de Belén de Escobar, la capital de la flor, y hablarle de esta manera creo que a ninguno incomodo, les dejo mi corazón repártanlo entre todos”.