Comerciante y apreciado vecino, fue integrante de varias entidades de Escobar. Partícipe necesario del crecimiento del distrito, desde su independencia. Pero fundamentalmente es Bombero. Ocupó diferentes cargos dentro de la institución. Estudió y enseñó, convencido de que lo más importante es la capacitación.
Gustavo nació el 23 de diciembre de 1948. Segundo hijo de Juan Probo Rodríguez y Amelia del Carmen Álvarez. “Mi papá quería estudiar medicina pero no pudo terminar por razones económicas. Tenía un negocio de reparación de radios y cargaba baterías para la gente del campo”.
Cuando tenía 7 años, su padre murió y un año y meses después falleció su madre, ambos muy enfermos. Gustavo y sus hermanos, Sergio y María Cristina quedaron a cuidado de su abuela, Angélica Serantes de Álvarez. “Mi mamá antes de fallecer llamá a su hermano (Bebe Álvarez) y le pidió que se haga cargo de nosotros. Él fue nuestro tutor.
La primaria la cursó en la entonces escuela N° 3 (hoy N° 1) cuando estaba en calle Spadaccini y el secundario lo comenzó en el colegio Belgrano. “Me manqué. Era una época que no le daba mucho al estudio (ríe). Entonces mi tío me dijo: sino querés estudiar vení a trabajar. Así que al otro día, a las 8 de la mañana empecé a trabajar en su mueblería que estaba en la calle Rivadavia. Tenía 14 años. Creo que de él herede mi inclinación por el comercio y por participar de las instituciones”.
Gustavo, junto a un grupo de chicos jugaba a la pelota en el Club Independiente (de calle Colón). “Un día habían abierto una pared y fue un grupo de personas a juntar escombros para llevarlos enfrente, a un terreno pelado, porque iban a empezar a hacer la entrada a lo que sería el cuartel de Bomberos de Escobar. Cuando preguntamos quienes eran nos dijeron y uno del grupo me preguntó si quería ser bombero. En ese momento el Jefe sería Caro. Yo tenía 13 años cuando fui a mi casa y le dije a mi abuela. Me dijo: vos estás loco” (cuenta riendo).
Gustavo comenzó a ir todos los días al cuartel. A lo que era “el futuro cuartel”. Al principio solo aprendí a cebar mate (vuelve a reír). Después se fue Caro, Vino Brussa, después Reinoso, después vino un interventor de la Comisión Directiva, porque había problemas…Teníamos la autobomba Pontiac modelo 1928. La Municipalidad nos daba el regador, cuando asumió Lambertuchi. La sociedad se fundó el 3 de mayo de 1959, pero solamente la parte legal. Se hizo una comisión provisoria, luego se armó una definitiva, y empezaron a convocar a gente para integrar el cuerpo. Ya era la década del 60” Gustavo entró como bombero el 2 de enero del 61. “Me invitaron porque querían un chico para abanderado (sonríe). Como el Pontiac se rompía todos los días lo llaman de mecánico a Edelmiro Oscar Schanz. Vino a reparar el camión y lo invitaron a ser Jefe de Bomberos. Él había sido suboficial del ejército, así que a partir de ahí ordenó la cosa. Fue a estudiar y nos mandó a estudiar a todos.
A los 17 años, Gustavo asciende a Cabo. “Éramos todos jóvenes. Pasaban pocas cosas: incendios de campo, alguna casa, algún accidente en la ruta… Cuando Escobar fue creciendo salimos a pedir a otros cuarteles algunas cosas. Salíamos como los botelleros, en el camión del intendente Casanova, que era el tesorero de la Comisión Directiva, a buscar diarios y botellas, para venderlos y juntar dinero. Después empezaron las rifas”.
En aquel entonces, el presidente de la Comisión era don José Ingratta. “Un porteño que vino a vivir a Escobar y era amigo del Jefe de la División Bomberos. Empezó a hablar con el Rotary y otras instituciones. Así, frente a la plaza, se hizo una asamblea y se armo la Comisión Provisoria para formar el cuartel de Bomberos. Compraron otras unidades más modernas y nos empezaron a llamar a exámenes. En Escobar siempre rendimos con examen”.
Gustavo ascendió a Cabo 1º, después a Sargento, luego Primer Oficial. En el año 73, cuando tenía 23 años, se casa con Graciela Baglivo. Se fueron a vivir a Maschwitz, y le pide a Schanz que ponga un destacamento de bomberos, pero él le ofrece que arme un nuevo cuartel de Bomberos. Enrique Gabellone, que estaba en la Sociedad de Fomento de presidente, ya había armado una especie de comisión, y la incorporación de Gustavo Rodríguez termina de dar forma a la idea. Con 24 años, fue el primer Jefe de Bombeos de Ingeniero Maschwitz. “Estuve 2 años y luego me volví a Escobar. Me ascienden a Oficial Principal y me nombran Segundo Jefe. Cuando Schanz pasó a la reserva me hice cargo del cuartel. Tenía 29 años”. Era el año 79 y el cuartel tenía alrededor de 40 bomberos. Gustavo fue jefe de Bomberos Escobar durante 9 años.
En el año 88 dejó la Jefatura y pasó a la reserva. A nivel nacional se había formado una comisión, en la Federación, para armar todos los reglamentos de las escuelas de capacitación. Siendo el mas joven, Gustavo fue el coordinador. “Estuvimos más de un año trabajando en el armado de todos los reglamentos. Uniforme, incorporaciones, bajas… el sistema tenía tres niveles: la capacitación, la inspección y la ética”. Gustavo fue el primer Director Nacional de estas capacitaciones. Caminó toda la Argentina promocionando dichas escuelas. “Creo que ese fue el mayor logro que hice en toda mi vida”.
En el 2001 volvió a Maschwitz como interventor, función que cumplió por alrededor de dos años. De tercera generación de radicales fue concejal del 99 al año 2003. “Yo apagué la luz. Después de lo De la Rúa, fue bravo (vuelve reír).
Gustavo viajó representando la Federación de Bomberos dentro y fuera del país. “Muchas anécdotas y muchos amigos. Mi mayor alegría y satisfacción como bombero es ver cómo funcionan las escuelas de capacitación. Hoy en día… La mayor amargura, el mayor dolor fue la muerte de Daniel González y de Rivas. Esas muertes fueron para mí el mayor dolor y creo que para todos los bomberos”.
Gustavo no se arrepiente de nada: “Pero ceo que me tendría que haberme quedado unos años más. Para llegar a Jefe uno debería tener una edad donde la vida esté mas asentada, económicamente uno tiene cierta comodidad, tenés los chicos más grandes y podes dedicarte más.
Con su compañera, Graciela, tuvieron 3 hijos. Martín Gonzalo, María Jimena y Pablo Gustavo. La pareja ya tiene 6 nietos: Julieta, Fidel, Catalina, Miguelito, Simón y Vicente. “Armamos una buena familia. Con hijos buenos, que estudiaron y trabajan, y nietos sanos. En ese aspecto no tengo de que quejarme. Hice siempre lo que quise hacer.”
Impetuoso y vehemente, entiende que ser bombero solo se logra con pasión.
“El bombero no puede ser un tipo muy tranquilo (dice riendo) porque en segundos tiene que reaccionar y tomar medidas. Tenés que determinar si te alcanza la gente que tenés, si vas a pedir más personal, ver si te falta agua, no es solo apagar. Hay que evaluar todo lo que te rodea, y no siempre tenés al mismo grupo de efectivos. Cuando suena la sirena corre en colaboración el que puede. Pero quizás no son tan buenos para las características de ese siniestro. Y tampoco tenés un grupo que se dedica a salvamento, otro a incendio, no, no. Todos hacen de todo. Tenés que conocer a la gente. Tenés que tener liderazgo. Y eso se obtiene en la calle, trabajando. Vos confiás en el bombero, y el bombero confía en vos”.