EN LA ESQUINA DONDE FLORECE LA HISTORIA – Cada 7 de abril se celebra en Argentina el Día del Florista, un homenaje merecido para quienes, con manos pacientes y dedicación amorosa, transforman flores en gestos de afecto. En Belén de Escobar, una ciudad que respira flores por tradición, hay un hombre que representa fielmente ese oficio: Gastón Magnani, quien desde hace 27 años está firme en la esquina de Tapia de Cruz y Colón, justo frente a la Plaza de las Banderas. Rodeado de colores, aromas y naturaleza, trabaja con la misma pasión que heredó de su abuelo Tony y que hoy honra todos los días.
“Gracias por recordarlo. Y sí, trabajando como siempre, con la felicidad de hacer lo que uno ama”, dice con una sonrisa que se mezcla con el perfume de las margaritas frescas que acomoda en su mano. Gastón Magnani no solo vende flores: arma ramos con propósito, con intención, con historias detrás. Y lo hace desde hace décadas, siendo parte del paisaje cotidiano de Escobar y de la memoria afectiva de cientos de vecinos.
Su historia con las flores viene de familia. «Empezó mi abuelo Tony, que está allá arriba en el cielo, y le agradecemos esta pasión. Después mi viejo, Mingo, que sigue en el local de Hipólito Yrigoyen. Y más tarde seguimos nosotras con el puesto», cuenta con orgullo. El primer nombre del emprendimiento fue “Florería la Rosa”, y más adelante, cuando nació su hermana Noelia, pasó a llamarse “Florería Noelia”. Desde entonces, hace más de 35 años, ese nombre acompaña la historia del negocio, aunque la floristería en esa misma esquina lleva más de 40 años ininterrumpidos. Gastón, en lo personal, cumplió este año sus 27 años seguidos armando ramos en ese mismo lugar.


“Esto es un arte, aunque no todos lo vean así”, dice mientras empieza a demostrar en vivo cómo se arma un ramo. «Uno pone las manos, pero también el amor. Y según el motivo, uno también le pone una energía distinta», explica. Elige cuatro varas de lisianthus, luego margaritas, suma astromelias, acomoda todo en su puño, y lo gira suavemente para darle forma. Así, sin estructuras ni cintas rígidas, va construyendo con sensibilidad lo que pronto será un regalo, un adorno o una declaración.
Mientras arma, recuerda con gracia cómo cambiaron los gustos y los significados a lo largo del tiempo. “La flor amarilla, por ejemplo, antes significaba desprecio. Pero vino Floricienta y todo eso cambió. Ahora, gracias a esa serie y a una nueva costumbre entre los jóvenes, cada 21 de septiembre se regalan flores amarillas. ¡Es un boom!”, dice mientras muestra girasoles y yerberas de ese color, ahora más valoradas que nunca. “Hoy los chicos se animan, se arriesgan a mezclar, a jugar con los colores. Hay un día de las flores amarillas, imaginate”, agrega.
Ese cambio en las costumbres también se nota en el romanticismo: “El hombre sigue siendo romántico. Y la mujer también. Después de la pandemia volvió con todo eso de regalar, de decir lo que uno siente. Y las flores son perfectas para eso. A mí me encanta ver a alguien irse con un ramo en la mano y una sonrisa en la cara. Eso no tiene precio”.

Mientras charla, sigue armando el ramo. Explica que los mix primaverales, aunque no sea primavera, son los más elegidos. Los colores vivos transmiten alegría. Entre sus flores más usadas están las margaritas, astromelias, lisianthus, mini margaritas, crisantemitos fríos, yerberas, azucenas perfumadas, rosas y, por supuesto, los girasoles, que son el gran favorito de la temporada.
Una vez que el ramo está listo, llega el turno del envoltorio: el famoso «papel coreano». “Es un papel importado que tiene una textura hermosa y, además, no se arruina si se moja”, dice mientras lo muestra a cámara. Después, lo sujeta con un moño y ya está listo para vender.
Los precios varían, cuenta. Hay ramos surtidos desde 5.000 a 10.000 pesos, ideales para regalos rápidos. También hay ramos intermedios, y otros especiales con flores más sofisticadas, que rondan entre 20.000 y 30.000 pesos. “Ese, por ejemplo, tiene lisianthus, rosas, azucenas perfumadas, margaritas y hasta mini margaritas. Y te dura por lo menos una semana, si lo cuidás como te digo”, aclara.
Y acá es donde vuelve a compartir sus secretos de florista: “Hay que cambiar el agua tres veces por semana: lunes, miércoles y viernes. Lavar el florero con un poco de lavandina, ponerle agua fresca, y cortar el tallo en diagonal. Sólo dos centímetros. Eso hace que la flor dure más y se mantenga viva”.
Los clientes llegan por muchas razones. Algunos se olvidan de un cumpleaños y resuelven con un ramo. Otros van porque saben que regalar flores siempre es un buen gesto. “Yo les muestro, les asesoro. Les digo qué conviene, según la ocasión y el bolsillo. Y siempre se van con algo lindo. Porque esto no es solo vender flores, es regalar algo que transmite”.
En cuanto a horarios, no hay excusa para no pasar. Está abierta de lunes a viernes de 08.30 a 20.30, los sábados hasta las 21.00, y los domingos de 09.00 a 12.30. “Abrimos todos los días. Salvo que llueva torrencialmente, y entonces ahí nos guardamos un ratito. Pero el resto, los 365 días estamos. Ya es costumbre”.
Antes de despedirse, agradece con humildad. “Gracias a mis viejos que me dieron esta pasión, a mi abuelo, a Mingo, a mi vieja, a mi hermana Noelia por el nombre, a ustedes que siempre me apoyan, y a toda la gente de Belén de Escobar. Somos la Capital Nacional de la Flor. Tenemos que estar orgullosos de lo que representamos. Y yo estoy feliz de darle lo mejor a la gente: flores, colores, y un poco de alegría todos los días”.
En esa esquina de Tapia de Cruz y Colón, la vida florece todos los días. No solo con pétalos y aromas, sino también con historias, tradiciones y personas como Gastón Magnani, que le dan sentido al arte de ser florista.