Por VGM Enrique Oscar Aguilar
𝐔𝐍 𝐑𝐄𝐄𝐍𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐑𝐎 – Parte VI
Lo rescataron los ingleses. “Como éramos de distintas fuerzas y a los cuatro años yo me fui de la Fuerza Aérea, quedé desconectado. En la estampita que me dio, anoté: fallecido en combate. Fue una gran sorpresa saber que estaba bien”, contó Reyes. Recordó que invitaron a Rena y a su compañero a unirse a su batería, porque los habían encontrado bajo una chapa, húmedos, sin instrucción. Contó que enseguida el conscripto se ofreció a cocinar y comenzó “a comandar el cucharón”. Entre tantas anécdotas, los camaradas rememoraron “algo que no tiene precio”: el día en que consiguieron medias limpias y Rena calentó el agua para lavarse los pies… “Malvinas nos identifica a todos los argentinos. Podemos tener diversidad de opiniones, ser de partidos diferentes, pero si algo sabemos es que las Malvinas son argentinas, eso es algo irrenunciable. Nosotros no decidimos ir a la guerra, pero conocemos esa tierra, ese sentimiento. En algún momento, a través de la vía diplomática, como tendría siempre que haber sido, va a tener que haber una negociación”, transmitió Reyes El encuentro. – (…) A las 17, estábamos de regreso en nuestra posición. Me encontraba de espaldas a la cueva de chapas, y Rivarola me hizo señas para que mirara atrás. – ¿Y esto qué es? -exclamé. De entre las chapas había salido un pie, el borceguí era pura agua y el pantalón de un verde gris turba inmundo. Lentamente, una pierna fue desplegándose fuera de ese asqueroso agujero. Una mano negra tiznada de hollín se sujetó de los bordes y una cabeza desprolija y sucia comenzó a salir de ahí adentro. Todos nos quedamos mirando estupefactos, no parecía real.
(…) – ¿Cómo te llamas? -le pregunté.
- Víctor Daniel Rena.
- ¿A qué unidad perteneces?
- Al Regimiento de Infantería 25 -me contestó.
- ¿Y este es tu puesto?
- Sí.
- Mira nosotros vamos a instalarnos acá, así que cualquier cosa que necesites pedímelo. Qué idiotez acababa de decirle, este chico necesitaba todo.
Inexperiencia. – (…) En la mañana del 2 de junio, cuando nos levantamos, me encontré con el soldado Rena, de guardia cerca de nuestro cañón, lo saludé con la mano y me contestó. Todos nos habíamos encariñado con él porque era un chico sencillo y dócil.
Más tarde lo llamé. – ¿Así que vos nos vas a dar protección terrestre?
-Sí, con mi amigo -los dos eran inseparables-.
Continúa…