EL SEÑOR DEL CINE ESCOBARENSE – Este viernes 23 de mayo, conmemorando el Día del Cine Nacional, visitó los estudios de Radio Líder 98.9 Juan Carlos Villalba, fundador del internacional concurso de cortos «Escobar de Película». Villalba es, entre otras cosas, cineasta, escritor, y parte de la historia de un barrio tan popular y ahora tristemente olvidado como «Villa Marconi», lugar donde aún habita, en una casona de más de 100 años de antigüedad.
La entrevista, llevada adelante por Dylan Oliver para el programa «La mañana con Todos» que se emite los lunes, miércoles y viernes de 10.00 a 12.00 por Radio Líder, tuvo un marcado contexto de anécdotas y recuerdos.
El 23 de mayo de 1909 se estrenó «La revolución de mayo», la primera película argentina dirigida por Mario Gallo proyectada en el Teatro Ateneo de Buenos Aires, «Esa película filmada en una terraza ahí sobre la avenida Corrientes y Uruguay y fue la primera película argentina o corto de esa época, que ya estaban los de Morera que había hecho los cortos de Gardel. Esos vinieron un poco tiempo después de Morera, pero son los inicios del cine y nos habla de lo que era Gardel como precursor de avanzar de cosas porque fue el primer tipo que graba un videoclip y hoy tienen un valor histórico extraordinario», dijo Villalba.
En la charla y hablando de la historia de los barrios y las casas históricas, Villalba recordó que «una de las películas que yo dirigí «El Guapo Gominita» junto a un querido amigo que falleció que era Roberto Cauce. Filmamos en una casa legendaria donde vivía otro personaje histórico, «El Invisible», entonces buscábamos una casa muy pobre donde el guapo vivía, donde se veía una gran miseria. Entonces fuimos a firmar la casa de este amigo, filmamos, e hicimos la escena final. La casa que quedaba por la calle Gelves hoy es la parte de Sargento Cabral y Rawson, por ahí. Filmamos en una habitación, la miseria de esa habitación donde el guapo abandonaba el conventillo que tenía y la fuimos a proyectar a un cine club de la avenida Córdoba en Capital. Un cine club del Hogar Obrero. Termina la película y en esa época se estilaba que vos pasabas al frente y la gente te preguntaba cosas, había un debate y se para un señor mayor y dice que quería felicitar al escenógrafo por lo bien lograda que estaba la miseria de la pieza. Yo le agradecí, por supuesto. ¿Qué le iba a comunicar?, no le pude decir que ahí vivía gente, que la verdad es que no era una escenografía. El actor era Carlitos Alarcón, El Guapo Gominita que falleció. El «Pava» Alarcón y la casa era de «El Invisible». Esa escena que El Pava tenía que llorar, lagrimear, porque abandonaba su pieza, el frasco de gomina derramada, todo un símbolo de su decadencia. Tenía que llorar y no podía, entonces un plano corto de la cabeza al pecho y en la mano sostenía una cebolla que lo hacía llorar. ¡Era más que Darín! El espectáculo quedó maravilloso, le caían las lágrimas. Claro, que iba a llorar si estábamos todos de joda atrás las cámaras y con la cebolla lloró y logramos el efecto de tristeza que tenía que transmitir», contó risueño Villalba.

Refiriéndose a cómo llegó a las películas, remarcó que «nosotros, los escobarenses, nos criamos yendo al cine. Había dos cines en Escobar y el entretenimiento principal era ir al cine. El cine Italia donde está el teatro hoy y el cine Gran Rex que ahora es una cochera y entonces la diversión era ir a este cine un día y el otro día al otro cine y aparte daban dos o tres películas y la emoción de ver esas películas, cómo contar esas historias, se me estaba metiendo como un bichito en la mente y yo quería contar historias también, pero me resultaba más fácil imaginar una película que escribir. La veía a la película, la imaginaba y en esa época se utilizaba un modo de filmar que era el super 8, un celuloide chiquito igual que el celuloide profesional pero finito. Pero había que saber los mismos principios: fotografía, sonido, el diafragma, todas esas cosas que hoy se ha facilitado con la tecnología. Pero el lenguaje cinematográfico había que aprenderlo y a fuerza de errores uno fue aprendiendo».
Filmación de «Pajarito, el loco de las alas»
Tomás «Tomasito» Seminari también fue un tema de la charla, «Fue la tercera (película) que hice. «Pajarito, el loco de las alas», la dimos acá también en el cine. Todas se dieron en este cine en su momento. Tomasito fue un placer, fue un lujo haberlo conocido, un regalo de la vida, porque era un ser tan querible, tan amoroso. Lo veíamos feliz filmando a él y éramos todos felices. Cuando terminamos que se filmó la última escena como una alegoría de su muerte, sale del carromato de titiritero, se abre el telón y sale en una bandada de pájaros volando. El muere en el final de la película y esa alegoría era la última toma y todos estábamos en silencio mirando esa escena, porque no podía fallar porque habíamos cazado (esa es otra historia) los pajaritos que estaban encerrados adentro del carromato a oscuras. Unos chicos adentro abrían el telón y, al ver la luz, tenían que salir. No podía fallar y la emoción que nos embargó a todos cuando hicimos esa escena. Yo prolongaba la orden de que larguen de filmar y atrás mío estaban todos en silencio y salieron los pajaritos. Cuando me doy vuelta estaban todos lagrimeando, y yo también. Había terminado la película, pero además una convivencia tan linda, tan cariñosa, era como un abrazo cada domingo cada sábado que nos juntábamos. El rodaje duró como seis meses, porque filmamos los fines de semana y sacando la lluvia, sacando los días que no se puede. Tomasito fue un placer, yo creo que fue un regalo haberlo tenido ahí al lado y charlar con él y cuidarlo, porque lo cuidábamos mucho porque teníamos miedo que se enferme, lo teníamos entre algodones. Un día tenía que estar parado arriba del carromato con las alas desplegadas, que las había hecho Eduardo Noé, unas alas gigantes y había mucho viento entonces lo volteaba y lo atamos. Le habíamos puesto un arnés por abajo del saco atado al carro para que no se vuele y él agitaba las alas y anunciaba su espectáculo. Una cosa maravillosa», recordó con cariño
Escobar de Película
Respecto a cómo fue la creación del concurso internacional «Escobar de Película», contó que «toda mi adolescencia a partir de 17, 18 años frecuente mucho lo que se llamó Uncipar, era un movimiento de cineasta de super 8. Todos los que soñábamos con filmar o hacíamos algún corto habíamos creado una institución que se llamaba Uncipar, ‘Unión de Cineastas de Paso Reducido’. Entonces iba siempre a los debates que se hacían en la calle Defensa, en Capital y era una idea de difundir el cine, porque había realizadores de todas clases. Empezó en el 2003 o 2004 el primer festival, después lo hicimos durante 14, 15 años».
«Ahí nace y había puesto una premisa no sé si va a ser muy grande, muy importante, pero tiene que ser serio y lo principal fue buscar un jurado profesional que el realizador sienta que (el premio) no se lo dio ni el cura del pueblo, ni el intendente del pueblo, ni el juez de paz, que se lo dio un jurado. Yo tenía contacto con Juan Carlos Desanzo, director profesional; Aníbal Di Salvo, otro capo de la historia del cine, el tipo que filmó toda la vida junto a Leopoldo Torre Nilson y Lucas Demare y Fabio con Fabio también filmó; y el profesor Acri, que daba clases de cine en El Salvador, que era mi amigo y era el contacto con esta gente. Vino ese jurado que le dio categoría enseguida, porque el participante cuando lee quién es el jurado y encima te daban los fundamentos de por qué ganaste cuando te daban el diploma y también los fundamentos de por qué no ganaste, entonces si vos querías una devolución estaban los tipos ahí para decirte ‘mira tu película tiene esto, esto’. Yo viendo el análisis que hacían de todas esas películas a la hora que llegaban, me di cuenta que no sabía casi nada, porque veían cosas que yo no veía. Ahí crecí muchísimo, aprendí muchísimo escuchándolos, porque no ganaba esa película que a mí me parecía que esa tenía que ganar y después cuando los tipos fundamentaban decían ‘no puede ganar y tenían razón’ y acá dimos aparte con este jurado que dijo una frase el primer año que vino Juan Carlos Desanzo ‘venimos a elegir las mejores películas, no venimos a quedar bien con nadie’. Ya con esa frase que yo la ponía siempre como eslogan ahí te daba categoría, respaldo. Un año viene un chico que ganó de España, ganó la mejor película extranjera, una película española. Cuando le aviso por teléfono que ganó y que lo vamos a llamar por teléfono desde el teatro a la noche, me dice ‘yo voy a ir a buscar el premio’, le digo ‘pero no te vamos a poder pagar, el pasaje’, ‘lo pago yo, pero lo quiero recibir de manos de ese jurado tan importante».
«Ahí empezó a crecer. Primero venían en VHS, empezaban en DVD y después venían online, entonces llegaban mil películas por año. Yo habré visto más de 10 mil cortos en esos años, porque hacía la preselección junto al profesor Acri y después se la mandaba el jurado», recordó mencionando ese tan prestigioso concurso que por problemas de dinero y de respaldo no pudo continuar llevándose adelante.
Del celuloide a DVD
Las películas de Juan Carlos Villalba no podemos encontrarlas en ningún lado «porque están en celuloide, no están pasadas a DVD, ni nada. Siempre me frenó el costo, el tema económico», reconoció. «Yo pregunté hace poco para transferirla a una cine técnica a un lugar de Buenos Aires y era por metro y las películas son largas. Era muy caro», determinó.
A estas alturas de la era digital sería preservar parte de nuestra historia poder subirlas a las nubes, para que todos puedan acceder a ellas.
Villalba escritor

De director de cine a la literatura. «Se me fue apagando ese fuego de filmar, aparte requiere mucho esfuerzo físico. También y empecé a darme cuenta que me gustaba mucho escribir. En aquella época me resultaba más fácil contar filmando que escribir, pero uno va leyendo, va creciendo, y encontré una motivación muy grande en las historias que había acá en La Pérgola, un boliche que ya no existe pero que fue la base de todas mis historias porque ahí conocí infinidad de personajes. Estaba todo el mundo ahí: desde políticos encumbrados, comerciantes adinerados, atorrantes mundanos, callejeros, todos. Pero todos los personajes tienen un algo particular: son todo gente casi marginales algunos, pero toda buena gente, hasta necesitada de afecto y contención, pero buena gente. Eso me hizo me hizo quererlos mucho y escribir, por eso me gusta rescatarlos. El boliche ya no existe, pero vive en el recuerdo de los que lo conocimos».
«Trato de que en el libro en estas historias sigan vivos y algunas nuevas generaciones los conozcan. Ahí nacían los afectos y las peleas, y los negocios increíbles, y los proyectos, y los sueños. Pero ese lugar especialmente que tenía ese barco pintoresco en la puerta, era un lugar tan cálido que yo lo definía en el libro como un abrazo permanente entrar ahí, porque vos encontrabas contención afecto. Si llegabas y te quedabas callado los tipos ya sabían que algo te pasaba. Respetaban tu silencio hasta que después de un rato se aflojaba y ‘qué te pasa’ empezaba la charla. Y si llegabas eufórico mejor todavía, en buena hora».
La Teoría de Enrique y otros cuentos
«Las historias de este libro, que ahora estamos en trance de subirlo a redes a Amazon se llama ‘La Teoría de Enrique y otros cuentos’. Es una historia verídica que nació ahí. Enrique tenía una teoría, decía que dos personas podían soñar lo mismo inclusive encontrarse en el sueño, pero el loco estaba así porque estaba tan enamorado de Rosita, vamos a poner un nombre al personaje que él soñaba todas las noches con ella; pero ella no, entonces eso lo molestaba, lo ofendía hasta que ella lo dejó ahí empieza toda la historia. Todos los cuentos parten de algún hecho verídico, hay una frase que yo la saqué de algo que sucede en Brasil. Ahí hay un lugar en el nordeste que los ciegos y los mendigos han encontrado una manera muy interesante de recaudar algún dinero cuentan cuentos en las plazas, en los paseos públicos inclusive. Están organizados en horario y cada vez que empiezan a contar un cuento dicen, les voy a contar una historia que es de verdad y fantasía y van mezclando verdades con fantasía que el escritor o el relator agrega. Estos cuentos también yo uso esa frase, pero parten siempre de un hecho real. Después hay un poco de fantasía que el escritor siempre pone pero parten de un hecho verídico».
Fue una extensa entrevista, pero cargada de emotividad. Villalba prometió volver a visitarnos, lo esperamos con ansias.