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lunes, marzo 24, 2025
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    Enrique Daniel Tesei: “Una vida marcada por el destino”

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    “Quique” Tesei es un conocido kinesiólogo del distrito. Junto a su esposa Isabel, y sus hijos, lleva adelante la explotación de María Pía, uno de los bares más concurrido de Escobar. Hijo del recordado piloto de TC Dante Tesei, su vida fue una carrera que solo el destino condujo.

     

    “Quique” nació el 27 de noviembre de 1957 en la maternidad de San Isidro. Hijo de Dante Tesei y Adela Alarcón. La familia vivía a tres cuadras de Márquez y Panamericana.Su padre era el conocido copiloto de Daboneen TC y mecánico de los Gálvez.“Mi padre término siendo concesionario del Automóvil Club de Maschwitz, así que yo venía desde chiquito a Escobar. A los 18 me trajo a trabajar con él y aprender algo de mecánica. Así que mi primer registro de conducir lo saque acá…Me hice muy amigo de Carlos Petrate, el hijo del Jefe de la Estación. Él estaba saliendo con “Rosita” Chujbeb. Un día estaban comiendo pizza en el bar América y me ve que yo estaba enfrente auxiliando un auto con la grúa. Me saludan, me acerco a conocerla y me invitan para otro día salir a bailar con ellos a Capital. Así conocí a su hermana, Isabel. Empezamos a salir un par de meses, pero después se terminó la relación. Yo igual rondaba por los boliches. Kabuki y otros. En esa época había más de 6”.

    En el 79 su padre se enferma justo cuando el ACA le pide extenderse y Quique se va a trabajar con él. Con su amigo Carlos viajan juntos a Brasil. Con otros amigos “de la noche” se van a Paraguay y Chile.  Siempre en busca de nuevas chicas. También intenta irse a vivir y trabajar a Estados Unidos. “Me iba con un amigo de la infancia a trabajar a Tampa para una tía de él. Ya tenía la Visa, los pasajes… pero al flaco no le firmaban la libreta, por un problema en la escuela militar. Era el año 81. Como tenía una guita ahorrada cambie el vuelo Buenos Aires -Nueva York por Buenos Aires –España y me fui a ver el mundial” (dice riendo). “Tenía dos posibilidades o me compraba un 0 kilómetro o me iba a conocer Europa. Así que me fui a España y después a Italia, donde tenía parientes, a conocer la casa materna de mi abuela. Me recibieron y trataron como aun rey. Era el primero de Sudamérica que iba a conocerlos”. Luego recorre Paris y otras partes de Europa y vuelve a la Argentina. Sin amigos, ni Internet, ni whatsapp la cosa se complicaba. No conocía nada. No tenía ni el mapa. Y estaba el tema del idioma. Me querían hablar en inglés y entendía menos (dice entre risas). Era todo por señas. Estaba totalmente solo y yo con la camarita Kodak» (vuelve a reír).

    A los pocos meses retorna al país. “Volví, seguí laburando con mi viejo, pero me puse a estudiar porque la mecánica no me gustaba. Me daba plata pero no me satisfacía. En el 83 me anoto en la facultad de medicina, para dar el ingreso. Eran dos materias y bien difíciles. Eran 20.000 personas inscriptas para todas las carreras y solo 5.000 vacantes.  Así que decido no presentarme. Me fui a preparar a un liceo, dos años, y después me presente y entre. Arranque para hacer la carrera de medico pero a los 5 meses voy al subsuelo, que estaba la escuela de kinesiología, me gusto y me quedé ahí”.

    A pesar que Quique seguía visitando frecuentemente Escobar no se había vuelto a cruzar con Isabel. “A la que a veces veía era a Rosita. En marzo del 85, dando vueltas por Escobar con un amigo,me la encuentro a Rosita y nos invita a una fiesta de disfraces en Pepa María, que lo organizaba el pibe de Ingrata. Y me dice que vaya que me presenta a su amiga Marcela, con la que estaba viviendo. Me puse un mameluco naranja, la cara de negro y me pinte los labios y allá fui (dice riendo). Apareció Rosita, la amiga todavía no había llegado pero me dice: alguien te quiere saludar. Era Isabel disfrazada de bruja. Ahí empezamos a salir de nuevo y a los dos meses y medio nos casamos por civil.”

    La convivencia duro pocos meses. En diciembre, del mismo año, ya estaban separados. “Cada uno por su lado”. Quique seguía trabajando con su viejo y estudiando Kinesiología, mientras vivía en la casa de sus padres, en Boulogne. En el 87 conoció a una chica del Palomar y empezó una relación muy prometedora. “Conocí a la familia y el padre me dijo que sobre Rivadavia estaban vendiendo unos departamentos en muy buen precio. Era una oportunidad. La cosa iba en serio. Yo me había olvidado que estaba casado todavía. Era el gobierno de Alfonsín y sale la Ley de divorcio. Fui a ver al abogado de mi viejo y me armo una carpeta para que vaya a ver a mi ex mujer y le plantee lo del divorcio. Ubique a la mama de ella, le explique y me dijo que estaban con Rosita viviendo en Campana. Encontré la casa, pero estaba Rosita sola, así que deje la carpeta y a la semana volví. Justo estaba un amigo que yo conocía y como tenía que esperar que Isabel vuelva de trabajar me pidió que lo acompañe a buscar algo para comer. Así hicimos. Cuando volvimos apareció Isabel… Casi ni hablamos de la carpeta… me quede, me quede… y acá estamos. Juntos hasta ahora”. (dice sonriendo).

    Ambos tenían parejas y cosas para arreglar pero volvieron a estar juntos y no se separaron. Al año siguiente, en el 88 nació Federico, su hijo mayor. “Estaba por comprar una propiedad en un barrio que se estaba haciendo al costado de Mc Donals, y fui con la plata pero la inmobiliaria ese día no abrió. Me fui a trabajar y mi viejo me pide que por favor me vaya a vivir a Escobar a una casa que había comprado para fin de semana y que mis hermanos estaban haciendo cualquiera ahí adentro. Mira lo que son las cosas. Aún sigo viviendo ahí”.

    A los 11 meses de Federico nace Fabio, su segundo hijo. Y luego los mellizos Julieta y Fernando. Quique tiene un especial y profundo sentido de la familia y de lo que ello conlleva. Sus padres murieron hace poco. “Cuando mi viejo se estaba muriendo nos pidió que no dejáramos sola a mi mama. Cuando ella enfermo, hubo que operarla de la cadera y con mis hermanos le montamos una habitación especial. El medico la opero en esa habitación. Había enfermeros, kinesiólogos… Entre los hermanos nos turnábamos para atenderla y cuidarla y no dejarle toda la carga a mi hermana que vivía ahí. Yo me iba el viernes a la noche y volvía el domingo a la noche a Escobar, para no dejarla sola… La muerte agónica de mis dos viejos me afecto mucho. Después  tuvimos una desgracia en la familia. Un sobrino se suicidó arrojándose del piso 14. El dolor de mi hermana me marco mucho. Sentí que a pesar de todo lo que hablábamos con él no lo pudimos ayudar”.

    Quique dice que no se iría por nada del mundo de Escobar. “A pesar de que es un pueblo que le falta de todo, uno se va enamorando. Y además cuando tus hijos hacen raíz acá, no te podes ir más.  Aún sigue siendo más seguro vivir acá que en Márquez y Panamericana. Ya traje todo mi trabajo para acá parte de kinesiología, y el bar… He apostado a varios negocios. A veces las cosas no salen bien, Pero uno siempre arriesga. Ahora este negocio (María Pía) para nuestra familia es todo. Aquí mis hijos estudian y trabajan. Este negocio les da todo. También trae problemas pero siempre se sale adelante, porque juntos es más fácil”. 

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