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martes, octubre 8, 2024
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    Eduardo Noé “Antes estábamos todos juntos y construyendo algo”

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    El talentoso escultor y realizador escobarense recuerda una niñez donde los ricos y los pobres compartían el mismo el aula y jugaban juntos en las calles de una ciudad que aún no estaba compartimentada.

     

    Eduardo Carlos, nombre elegido en homenaje a sus dos abuelos,nació el  29 de julio de 1963.Hijo mayor del matrimonio de Orlando Eduardo Noé y Norma Elda Noé.  “Mis dos abuelos eran hermanos. Mis viejos eran primos hermanos. En esta familia no había un bando y otro. No había a quien echarle la culpa» (dice entre risas). Tiene dos hermanos: Ignacio y Ricardo

    Hizo la primaria en la escuela N° 1 de Escobar. “Era espectacular. Cruzaba la calle y listo. Una primaria hermosa. Porque esta era una ciudad no compartimentada. A esa escuela iba todo el espectro social, igual que al club. Desde que nacías, pasando por la escuela, la colimba, la vida misma, estábamos todos juntos. Ahora los ricos están por un lado y los pobres, por el otro…  Antes estábamos todos juntos. Esas escuelas tenían una riqueza que ahora se perdió.”

    Recuerda a sus compañeros, Magnani, Carricaburu, López, Lamaletto, Blanco, entre otros, pero el fuerte de los juegos estaba en el barrio. “Al lado de casa, vivía Claret, Carusso, enfrente Colacilli, a la vuelta Suarez, Blois, Era una niñez espectacular porque todo el tiempo estábamos construyendo cosas: casas en los árboles, lanzas, hachas, cartings, los cajones con rulemanes… Estaba Ivo Danelon, que era de una camada más grande pero ellos se juntaban y construían cosas. Arreglaban autos y nosotros después copiábamos. Era una niñez siempre adentro de un taller, haciendo cosas. Eso nos ordenaba la vida. A uno se le ocurría algo y todos ayudábamos… Después estaban las clases de dibujo del viejo Carboni. Ahí iban el “gallina” Ferari, el “cabezón” Caveggia, Cesar Ranne y el padre. Iba una fauna impresionante. Y ahí lo conocí a mi amigo Eduardo Torres. Con él viajabamos al mercado de Abasto pero antes, con el camión lleno de cajones de verdura, nos íbamos al boliche”-dice riendo.

    Cuando tenía 10 años, ensancharon la calle 25 de Mayo. “Para nosotros fue una maravilla. Se convirtió en un parque de diversiones. Hicieron las cloacas y llenaron la cuadra de túneles. Usábamos los montones de tierra y los tachos enormes de brea, para jugar.”

    Hizo la secundaria en un colegio técnico- industrial de San Martin, al igual que su hermano Ignacio (Nacho). “Vivíamos en los trenes. Nos levantábamos a las 5 de la mañana, tomábamos el tren a las 6, colgados. Los trenes iban que reventaban. Bajábamos en Ballester y caminábamos 10 cuadras hasta el colegio. Yo me la pasaba rateando, porque no soportaba mucho el colegio.  Me iba al cine de Villa Devoto porque era el único que daba en continuado películas de Isabel Sarli»– vuelve a reír.

    Su padre era capataz en la fábrica de soda y su madre ama de casa. Su comida favorita: las milanesas de los días sábados. “No había con que darle. El pescado en escabeche también era espectacular. Todos los días era una comida distinta pero se repetían todas semanas. Todos los lunes fideos,…los sábados milanesas, aunque se caiga el mundo. Mañana y noche, olvidate. Porque, aparte, acá vivían mis abuelos, también. Era un batallón”.

    Eduardo iba al Club Sportivo, Asegura que con la pelota era un perro, pero era bueno nadando.“Era una ebullición, una locura. Ahora para nadar tenes andariveles, antes era un caos total. Si a alguien se le ocurría tirar un bote en medio de la pileta, o la cubierta de un tractor, estaba todo bien. Un delirio! Ahora vas preso. (Dice riendo)Nos quedábamos en la pileta hasta las 9 de la noche”“Yo iba a bailar afuera. Porque “cara nueva” afuera gana. Campana, Zarate, a veces se armaba cada lio que había que salir corriendo. Dormíamos en las estaciones, porque el baile terminaba a las 4 de la mañana.Volvíamos en esos trenes cargados de gente y los muchachos se cagaban a trompadas. Después venia el “chancho”, que se daba cuenta que ninguno tenía boletos, y empezaba a aplaudir. “Bueno muchachos, empiecen a juntar plata”. Y pasaba buscando una “propina”.

    Recuerda una época donde antes que existiera Internet, existía el aeromodelismo. “Estábamos enloquecidos con eso. Era algo tecnológico y al alcance de todos. Acá había dos grosos que eran Márquez y Giordano. Diseñábamos  aviones que tenían 2 metros de ala, y lo íbamos a tirar a las 8 de la mañana al bañado del Rio Lujan. Venia gente de todos lados. Estaba uno más loco que el otro. Caminaban por el medio del campo con los brazos extendidos, como rabdomantes, pero buscando corrientes de aire de calor. Era maravilloso.”

    Comenzó con changas de albañilería, escribio en la revista de la Cámara Empresaria, en Proceso y la revista Eugenia. Su primer trabajo “serio” fue en Técnica Didáctica de Garín y luego en Akapol. Desde 1990 hasta el 2000, fabrico y comercializo objetos decorativos en cerámica. Pero su increíble talento no pasó desapercibido.A partir del 2001 comienza una serie de esculturas para el municipio de Escobar: busto de Luis Brussi, monumento a Eva Perón, Madre Teresa de Calcuta,monumento a los Servidores Públicos Caídos en Cumplimiento del Deber”,monumento Dr. René Favaloro, “El Principito”, José Hernández, Arturo Jauretche, Leopoldo Marechal,Jorge Luis Borges, escultura ecuestre del Gral. San Martín, trabajos para BioparqueTemaiken, esculturas para Benetton y Roemmers, colaboro con Andrés Zerneri en el monumento a Juana Azurduy, y con el escultor Carlos Benavidez en una serie de más de quince esculturas para espacios públicos de la ciudad de Buenos Aires, el homenaje a los marinos del Crucero General Belgrano, un monumento al Papa Francisco en Ingeniero Maschwitz y otro en Wilde, entre muchísimas obras y restauraciones más.

    Eduardo se casó a los 29 años y a los 5 años nació su hija Lucia, a la que “adora”, y luego de 15 años el matrimonio se disolvió. Su sueño es  empezar a hacer sus obras personales y exponerlas. “Porque hasta ahora hago trabajos por pedido, para comer, para vivir.Quiero empezar a hacer mis obras propias. He perdido tiempo a lo loco y lo sigo perdiendo. Igual me siento de 20 años, me doy cuenta que estoy viejo solo cuando me miro al espejo”.

    Si no fuera escultor, hubiera sido Ingeniero. “Cualquier cosa que fuera construir algo. Me quedo el vicio”.

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