Por Alejandro Cancelare.
Las urgencias emparentadas con la falta de decisión hace que el presente del oficialismo sea una piñata desde donde caen cientos de problemas sin solución.
La urgencia económica, la amenaza docente y la deuda que sin crecimiento será impagable hacen de todo lo demás sean fuegos artificiales.
La discusión mediática se concentra en la presunta modificación del cronograma electoral, con el desdoblamiento bonaerense incluido, y la aparición de un personaje no contaminado y con muy buenos antecedentes como Roberto Lavagna.
El primero de los temas, el que deben definir María Eugenia Vidal y Marcos Peña, se resolverá, si aún no lo hicieron, a fines de este mes mientras que lo del ex ministro de Economía de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner genera muchas más dudas que certezas.
Lavagna es un gran llamador, que puede provocar la unificación del arco opositor como en su momento lo hizo Mauricio Macri hace cuatro años. Sin embargo, “Don Roberto” aún no dice si acepta el convite y, por supuesto, mucho menos se conocen las condiciones, salvo la que le dijo a todos los que lo frecuentan desde hace dos meses: quiere ser el dueño exclusivo de todas las decisiones.
Además, no quieren que lo vinculen con nadie. Si bien lo lanzó y casi lo animó el ex presidente Eduardo Duhalde, reniega de aparecer como su candidato.
Sus armadores, viejos son ya jubilados dirigentes obligados a volver a armar. Y el precio que pretende poner para decir “soy yo” provoca mucha incertidumbre,
Por lo pronto, Juan Manuel Urtubey y Sergio Massa ya anunciaron que vienen armando la cancha donde disputarán una interna del peronismo no K al que aspiran sumar a las corrientes progresistas.
El gobierno sigue apostando a una única bala: la postulación de Cristina Fernández de Kirchner. La ex presidenta deja cada vez más en claro su deseo de volver a ser protagonista, mucho más cuando nota que nadie le puede empardar la cantidad de votos y mucho menos garantizar que una vez que acceda quien ella misma decida que sea el candidato, éste le garantice la libertad que por ahora le brinda Macri.
Cristina sabe, por su propia experiencia, lo cruel que suele ser el peronismo con su viejo jefe.
Por el efecto CFK, el gobierno sigue cerrado a todas las propuestas que le acercan sus aliados, inclusive los más PRO. Nada de desdoblar, seguir confrontando con los maestros y no permitir a los aliados radicales armar una lista que compita en una PASO presidencial.
El jugar a una única bala, sin embargo, puede transformarse, como ya lo demostró el pasado con Macri como beneficiario, en una ruleta rusa casi suicida.