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miércoles, abril 23, 2025
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    Buscan fondos para el tratamiento de Eva que se realizará en México

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    EL AMOR DE UNA MADRE QUE DESAFÍA TODOS LOS DIAGNÓSTICOS – En medio de una época difícil como fue la pandemia, con la incertidumbre como telón de fondo y la fragilidad de la vida más presente que nunca, surgió una historia que conmueve, interpela y despierta la necesidad de tender una mano. Se trata de la historia de Eva, una niña de cinco años y medio, cuya vida cambió para siempre tras un accidente doméstico que la dejó al borde de la muerte. Lo que parecía un episodio aislado terminó transformándose en una lucha constante por la vida, liderada por su madre, Luciana Arredondo, quien desde entonces no ha hecho más que poner el cuerpo, el alma y el corazón para buscarle a su hija una mejor calidad de vida.

    Todo ocurrió cuando Eva tenía apenas un año y ocho meses. Luciana cuenta que estaban haciendo algunos arreglos en el fondo de su casa y, por un descuido tan humano como cotidiano, quedó una puerta abierta. En cuestión de segundos, Eva sufrió un ahogamiento severo, lo que derivó en un paro cardiorrespiratorio de casi quince minutos. Los médicos fueron tajantes: “No pasa la noche”. Sin embargo, Eva desafió ese primer pronóstico con una fortaleza que descolocó incluso a los profesionales. Lo que siguió fue un largo proceso de internación, idas y vueltas entre el hospital Fleming de Escobar y su sede en Belgrano, y un panorama que lejos estaba de ser alentador.

    La pequeña pasó casi nueve meses hospitalizada, y cuando finalmente fue dada de alta en diciembre de 2021, lo hizo bajo cuidados paliativos, es decir, con una atención pensada para acompañar una situación que no tenía retorno. No obstante, algo inesperado comenzó a suceder. Al regresar a su casa, le fueron reduciendo la medicación y, de a poco, Eva comenzó a reaccionar. A medida que se descomplejizaban ciertos tratamientos, aparecieron señales. “Empezó a tener más conexión”, relata Luciana. Y ese pequeño gesto, casi imperceptible para muchos, significó para su familia un cambio de rumbo, una luz en medio de tanto dolor.

    A partir de entonces, la vida de Luciana y su familia se transformó por completo. Entre traslados, médicos, rehabilitaciones y esperanzas, se lanzaron a buscar terapias alternativas que pudieran ofrecerle a Eva una oportunidad distinta. Fue así como, con enorme esfuerzo y apelando a la solidaridad de la comunidad, lograron reunir el dinero suficiente para llevarla a Tailandia, donde Eva recibió un tratamiento con células madre. Los resultados, aunque paulatinos, ya se hacen visibles: hoy la niña tiene mayor control cefálico, logra mantener un poco más de fuerza en sus piernas y responde a ciertos estímulos que antes pasaban inadvertidos. Si bien aún no puede hablar ni caminar y se alimenta a través de un botón gástrico, cada mínimo avance representa un universo de posibilidades para quienes la aman.

    Mientras tanto, en medio de esa experiencia en Tailandia, Luciana comenzó a investigar otras opciones que pudieran seguir potenciando la evolución de su hija. Fue así como llegó a un tratamiento innovador que se realiza en Monterrey, México, recomendado por otra madre argentina que atravesó una situación similar. Se trata de una terapia neurológica intensiva basada en resonancias magnéticas prolongadas, que busca estimular la generación de nuevas conexiones neuronales. La historia de ese tratamiento, incluso, inspiró la película «Los dos hemisferios de Lucas». Y aunque aún queda mucho por conocer respecto a sus resultados, las familias que lo han atravesado aseguran haber encontrado en él, una esperanza concreta.

    Con ese nuevo objetivo en mente, la familia Arredondo lanzó una campaña para poder costear los 50 mil dólares que implica el tratamiento. Ya han logrado reunir cerca de 12 millones de pesos, pero el camino aún es largo y complejo. A pesar de que tanto Luciana como el padre de Eva tienen trabajos, los costos de este tipo de terapias son inaccesibles para cualquier familia promedio. Por eso, decidieron abrir las puertas de su historia, compartirla en redes sociales, organizar rifas, sorteos y todo tipo de actividades que permitan, poco a poco, reunir lo necesario.

    La cuenta de Instagram @unaesperanzaparaeva funciona como un diario íntimo colectivo, donde Luciana va relatando los avances de Eva, agradeciendo cada gesto solidario, y recordando que detrás de cada donación, hay una historia que se sigue escribiendo. También habilitaron alias bancarios para quienes quieran colaborar: esperanzaparaeva en Banco Nación y unaesperanzaparaeva en Banco Provincia, ambos a nombre de Luciana Arredondo.

    Además del esfuerzo económico, está el desgaste físico y emocional. Luciana no sólo es mamá a tiempo completo, también trabaja, organiza la vida familiar y coordina todo lo relacionado con las terapias de Eva. “Vivimos corriendo”, dice, sin quejarse, pero dejando entrever la intensidad con la que vive cada día. Sus otros dos hijos, Juan Pablo de 9 e Isabela de 12, también forman parte de esta red de amor y resistencia. De hecho, recuerdan con cariño los meses en los que vivieron en Escobar durante la internación de Eva. “Nos sentimos como en casa”, dice Luciana, agradecida por el afecto que recibieron en uno de los momentos más difíciles de su vida.

    Y es que, en medio de tanto dolor, hubo también gestos de humanidad que los marcaron para siempre. Ese cariño recibido en Escobar no solo fue importante para la recuperación de Eva, sino también para sostener emocionalmente a toda la familia. Los chicos, incluso, dicen que si no vivieran donde viven, elegirían mudarse allí. Es que a veces, en medio de la oscuridad, aparecen refugios inesperados.

    Hoy, Eva continúa su proceso. Cada pequeño logro es celebrado como un gran triunfo. Y aunque el camino es incierto, hay algo que está más claro que nunca: Luciana no va a bajar los brazos. “Nos dijeron que no pasaba la noche… y acá está”, repite, como si necesitara recordarlo en voz alta para no perder de vista todo lo que ya han atravesado.

    Porque esta no es solo la historia de una niña que lucha. Es la historia de una familia que se reinventa, de una comunidad que acompaña, y de una madre que hace de la esperanza su bandera. Quizás Eva no sea consciente aún de todo lo que ha movido a su alrededor, pero su sola existencia se ha convertido en motor de amor, fuerza y unidad.

    Y si algo nos enseña esta historia, es que hay batallas que se pelean en silencio, lejos de los grandes titulares, pero que merecen ser contadas. Porque hay esperanzas que no mueren, sino que se transforman. Y porque cada granito de arena, puede acercar a Eva a una vida mejor.

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