Las lanas y las agujas son su profesión, sus hijos y su familia lo más importante en su vida. Esta luchadora incansable, que es ciega desde los 7 años, asegura que no se acaba el mundo porque uno dejó de ver.
Nació el 12 de mayo de 1968 en la maternidad Sarda de Capital Federal. Hija de Hugo Oscar Casas y Margarita Cantó. Tengo 8 hermanos. Cuatro por parte de padre y cuatro por parte de madre. “Desde los 7 meses que vivo en Escobar. A mi me crió una abuela, María Ester Velázquez. Por esas cosas que tiene la vida, ella me dejó con mi papá. A mi abuela la recuerdo con mucho afecto. Siempre hizo todo por mí. Me acuerdo que tomábamos mates juntas. Eran mates largos, interminables (dice sonriendo). A ella le gustaba mucho escuchar tangos. Ya de grandes, cuando pusimos el video cable, veíamos películas antiguas en el canal “Volver”. Creo que mi papá es quien me dejo el amor por el folclore y por Horacio Guaraní.”
Alba hizo el jardín de infantes en el 901, y primer grado en la Escuela Nº1. A los 7 años queda ciega por un desprendimiento de retina que se complicó con un glaucoma. “Me fui a un instituto especial que se llama Román Roselli, de San Isidro y cuando vuelvo a Escobar hago todo mi secundario en el Instituto General Belgrano. Es para mi un gran orgullo haber sido alumna del “Belgrano”. Muchos de mis profesores marcaron mi vida y mi forma de ser. Pero sobre todo tengo mucho agradecimiento y mucho afecto por Alberto Ferrari Marín. Cuando le fuimos a pedir para ir al colegio, no había habido nunca hasta el momento un alumno ciego en el colegio y el se jugo para que yo cursara ahí”.
De chica no realizó actividades deportivas, no asistió a ningún club de Escobar. “Pero si iba a bailar. “Iba a bailar a Stefani y a un boliche que había en Maschwitz, María María”.
Alba recuerda a una de sus compañeras del colegio, con la que aun mantiene amistad. “Con Lorena Severino somos compañeras de la vida desde hace 35 años. Además fue maestra de mi hija de 4to grado. Somos muy buenas amigas”.
Su trabajo siempre fue tejer a mano. “Siempre trabajé de lo mismo. Trabajo para afuera desde los 19 años. Desde que terminé el secundario. Tenía que buscarme un trabajo y en esa época no había para nosotros tanto trabajo como ahora. Empecé haciendo trabajos para una señora, y acá estoy, hace 30 años que tejo” (Vuelve a sonreír).
Alba tiene 2 hijos. Ricardo de 23 años, hijo de una relación anterior y padre de su nieta Martina, de 2 años y su hija Jezabel de 16. Desde el año 2000 está casada con Manuel, el padre de su hija. “Mis hijos son mi vida. Son todo. Lo primero que soy en la vida es mamá. Es un orgullo muy grande el que siento por ser mamá. Los amo con el alma. Es un amor incondicional. Tuve la suerte de poder dedicarme, siempre, de completo a ellos. Son mi sueño. Lo que esperaba de la vida. Los disfruto y los disfrute. Y ahora hago lo mismo con mi nieta…Unas babas (dice entre risas). Mis hijos son lo mas importante que tengo en la vida”.
Alba se arrepiente de no haber terminado la facultad. “Metí tres materias en la facultad de Lujan del profesorado de historia, pero tuve que dejar en el 90 por el tema de los paros y porque se me complicaba mucho el tema económico. Era difícil laburar y estudiar. Me arrepiento mucho de no haber seguido y terminado mi carrera porque me encanta Historia.”
Recuerda un Escobar de calles de tierra, “Asfaltada creo que estaba la avenida 25 de Mayo y alguna otra mas céntrica. Pero para los barrios eran todas de tierra. Andábamos en bicicleta con mis primos, Yo iba sentada atrás y ayudaba a pedalear mientras ellos me llevaban por todos lados… Cazábamos mariposas. Ellos me daban las ramas cuando yo te pego el grito vos revolea la rama. Y hacía así, y cazaba mariposas”.
Alba viene trabajando con la ONG “Sin obstáculos” desde el año 2012. Fue su presidente hasta el 2015. Hace un par de meses retomo en el cargo. “Mi único sueño es poder tener un centro de día para trabajar con las personas ciegas del Partido de Escobar. Ese es mi sueño, mi gran sueño. Nos gusta ayudar a las personas ciegas y a sus familias para salir adelante y demostrar que se puede, que no se acabo el mundo porque uno dejo de ver. La vida sigue. Sigue porque hay muchas cosas por hacer todavía. El techo se lo pone uno. Los límites son propios, no te los pone una discapacidad. Vos podes llegar a donde quieras”.